De las medidas para enfrentar la situación económica anunciadas por Nicolás Maduro, las que más apuntan hacia los nudos estructurales son las que tienen que ver con las importaciones y los incentivos a las inversión interna, porque entrelazan variables y estrategias específicas con una dimensión ineludible de la actividad económica: su contexto social y el tejido de relaciones de clase en que ésta se desenvuelve.
No bastan la macroeconomía y la econometría para entender lo que ocurre y decidir cómo actuar. No por casualidad los premios nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman han señalado que el gran problema del crecimiento está en las desigualdades. Sí, las sociales, y no simplemente las distorsiones que reflejan los índices fiscales y tablas monetarias.
Y hablar de clases es aproximarse a sus diferentes fracciones y a las relaciones que existen entre ellas. Toda política económica de un Estado reposa sobre el poder de una alianza de clases. Las importaciones, de un lado, y la actividad productiva, de otro, tienen que ver con fracciones distintas del empresariado. El importador actúa como intermediario directo de los capitales extranjeros, apalancado en el sector financiero. El industrial, se mueve algo más por intereses propios vinculados a la expansión autóctona.
Un proceso como el venezolano requiere simultáneamente superar las desigualdades sociales y alcanzar el desarrollo. Esto no es posible, en un esquema de economía mixta, sin una cierta alianza de los sectores populares, en condición dirigente, con la porción de la clase alta dedicada a la actividad productiva, por más reticente, desde un punto de vista político, que sean los agentes de esa fracción del capital.
A esta alianza de clases le correspondería transformar nuestra economía rentista en una economía productiva, en condiciones de hacer frente a los problemas de la escasez y la inflación. Las políticas inmediatas de combate a la especulación, la usura y el acaparamiento servirían para desbrozar el camino del desarrollo sostenido de las fuerzas productivas. Para sostener la actividad productiva tanto en los requerimientos de maquinarias y tecnologías hay suficientes recursos divisas provenientes de los ingresos petroleros.
En este marco se acoplarían las políticas cambiarias, monetarias y fiscales, destinadas a regular la masa monetaria en circulación y a reorientar el gasto público para hacerlo más rendidor. El asunto más difícil es evitar que las ganancias y dividendos vayan al exterior convertidos en divisas. Para ello es indispensable abrir espacios nuevos para la inversión privada en diferentes áreas, con un esquema de fondos conjuntos del sector privado y público, tal vez bajo el modelo de la faja del Orinoco, en áreas como la agroindustria, petroquímica y petrolera. En todo caso. de lo que es trata es de agarrar la madeja de las dificultades económicas por la punta del aparato productivo.
Acuerdo pueblo-sector productivo
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