A todo ser humano le gusta escuchar su música preferida, más aún en tiempos de tragedia y dramas como los que vivimos en estas tierras tropicales. Quizás sea la fuente de inspiración presidencial para invocar con mágicos decretos a que cese el desabastecimiento y la escasez, la inflación, se acabe el desempleo y logremos el máximo estadio de la felicidad suprema.
La euforia popular desatada con la orden de «vacíen las bodegas y los anaqueles» es reafirmada con la ilusión de lograr una nueva era de precios bajos; aún cuando la fuente principal de inflación han sido las políticas económicas gubernamentales de devaluación, acelerada desde la aparición del bolívar fuerte en 2008 y las devaluaciones del bolívar frente al dólar en 2010, 2012 y 2013 y la baja oferta de divisas vía Cadivi, Sicad. Generando un desenfreno por el dólar paralelo urgido por los sectores empresariales y por cualquier hijo de vecino que no obtenga dólares preferenciales.
Es decir el Gobierno Nacional devalúa la moneda ante la incapacidad de PDVSA por la baja producción de aportarle más dólares, y al mismo tiempo impacta la subida en los precios en el mercado, al deber utilizar cada venezolano mas bolívares para adquirir un dólar. Si no vayamos a Cúcuta o Maicao para ver como el bolívar es pacotilla frente al peso colombiano. ¿Y por que buscamos dólares en vez de euros, rublos o yenes? Simplemente por que el imperio yankee es el pagador efectivo de la factura petrolera, recurso histórico fundamental para nuestra economía.
Por ello el mejor negocio en Venezuela no es crear empresas, es comprar dólares para protegerse de la inflación. Por tanto en la búsqueda de un ingreso suficiente se raspan tarjetas credic-card en búsqueda del dólar y se agotan los pasajes al exterior, se revenden productos de la dieta alimentaria en las fronteras y en los barrios de Caracas y realizan operaciones multimillonarias los boliburgueses con la importación de bienes. Todos en cambote a buscar el codiciado dólar americano.
Este ciclo perverso ha sido el causante del desabastecimiento y la escasez agravado por el empeño gubernamental de importar, en vez de producir en Venezuela, llevando a la familia venezolana a recurrir a esa especie de romerías de la miseria llamados Mercal o Pdval para medio sobrevivir, ante el bochornoso espectáculo donde primero compran los funcionarios del régimen y luego el sobrante, el repele es para el pueblo soberano.
Maduro sabe que se le vino encima un tifón filipino y recurre al típico argumento irresponsable de culpar a los demás de su incapaz gestión, generando una cacería de brujas que acelerará aún mas el caos económico, mediante el cierre de miles de fuentes productivas del sector privado en pueblos y ciudades del país, determinando la pérdida de millones de empleos del sector Comercio donde laboran mas trabajadores en Venezuela.
Bajar precios suena bonito, como también lo hizo la orquesta del buque más famoso de la historia, quien pretendió agradar a miles de pasajeros en su viaje final al fondo del Atlántico Norte.
Maduro o el síndrome de los músicos del Titanic
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