Oh! Y ahora ¿quién podrá defendernos?
Hay una inmensa mayoría de venezolanos, que hacia los años ’70 crecieron viendo en la televisión a los personajes, que de la pluma de Roberto Gómez Bolaño, hacían de las suyas.
La primera vez que se vio una “C” y una “H”, dentro de un corazón, era para representar aquel personaje torpe, sin habilidades, con estrambóticas armas, y que cada vez que aparecía nos lo presentaban como “más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón”. Era el Chapulín Colorado, defensor de los desvalidos y los necesitados.
Años después apareció otro personaje usando los mismos símbolos del Chapulín, hasta sus mismos colores, y que perjuraba haber aparecido para defender a los pobres, pero que tenía un álter ego, es decir un segundo yo, muy distinto en intenciones a la personalidad original del personaje televisivo.
Aunque no pretendo navegar en aguas de la psicología, ni mucho menos analizar al segundo personaje, es indiscutible que por un lado decía defender a los desvalidos y por el otro acumuló las mayores cifras de depauperación del país.
Si pudiéramos comparar su actuación con personajes en la historia solo tendrían referentes en Othar, el caballo de Atila, que por donde pisaba nunca más volvía a crecer la hierba o en una especie de Rey Midas al revés, que en vez de convertir lo que tocase en oro, el oro (negro) en sus manos se convertía en otra cosa, y no precisamente por la connotación que le diera Juan Pablo Pérez Alfonso al petróleo.
Ni chipote chillón, ni antenitas de vinil
Desde 1969 Venezuela firmó el Pacto de San José y lo ratificó en 1977, un tratado para garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos en los estados miembros. Estuvo en vigencia en el país hasta el pasado 10 de septiembre de 2013, no porque hayamos alcanzado la marca de ser los mayores propulsores de la humanidad de los connacionales, sino por los caprichos de una caterva de irresponsables, que al violar derechos y perder todos los juicios a los que se presentaron, botaron tierrita y no jugaron más.
En los últimos 14 años los derechos humanos dejaron de serlo para Franklin Brito, Simonovis y los comisarios, para los ex trabajadores de PDVSA, para los que ante la inacción del estado temen salir a la calle por ese toque de queda voluntario que impone la inseguridad, para los que no pueden manejar por las vías públicas sin temer ser cayapeados por una turba de motorizados, para los productores del campo que han visto como le expropian sus tierras para hacerlas improductivas, en fin para todos los de esta tierra de gracia.
Si bien es cierto los organismos internacionales son un paquidermo lento en la toma de decisiones, por lo menos están ahí para servir de muro de contención a los abusos de poder.
Cuando otro personaje, parodiado por un genio del cine, Chaplin, en su obra cinematográfica “El Gran Dictador”, decidió exterminar y acabar con la disidencia política e implementar sus políticas racistas, los países del mundo hablaban de la determinación de los pueblos.
Todo queda en nuestras manos
Hoy seguimos debatiéndonos en los mismos términos, en función de eso un gobierno desalmado decide permanecer 50 años oprimiendo a los ciudadanos y eso está acorde a la autodeterminación; un gobierno decide usar gases tóxicos para exterminar la protesta y los países deben hacerse la vista gorda en honor a la determinación de los pueblos; un gobierno petrolero decide que para tapar su ineficiencia e incapacidad debe implementar sistemas de racionamiento (llámese tarjeta, chip de combustible u otro que se les ocurra) o dejar morir a los presos y disidentes políticos y los gobiernos del continente solo ven la caja registradora del petróleo.
La falta de acceso a la educación, a la salud, a la libertad, a la vida, a la seguridad jurídica, al libre pensamiento, a la libertad de expresión entre muchas otras, son violatorias a las normas internacionales que garantizan los derechos humanos y un Estado dedicado a no responder por su cumplimiento debía ponerse al margen mismo, olvidándosele que las violaciones a estos derechos son imprescriptibles.
A estas alturas hay muchos que se preguntan “Oh! Y ahora ¿quién podrá defendernos?” y la respuesta no es “el Chapulín Colorado”, solo en nuestras manos está dar un paso al frente para derrotar la barbarie y la crueldad que se ha incoado en estos últimos años.
Llueve… pero escampa
@yilales