Decidamos tener palabras llenas de amor y respeto hacia los hijos, resaltando continuamente sus habilidades, con el fin de que logren una mejor aceptación de sus limitaciones.
No involucremos a los hijos en los conflictos matrimoniales para que no salgan heridos.
Nunca los descalifiquemos ni los humillemos. Jamás abusemos físicamente de ellos, ni impongamos nuestra voluntad arbitrariamente.
Como lo hacerlo
-Agrediendo física, verbal y psicológicamente al niño.
-Negándoles tiempo para hablar con él o ella.
-Haciendo promesas que no se cumplen.
Los padres que favorecen la comunicación con su hijo/a:
-Controlan el enojo y la ira ante las faltas cometidas por el niño.
-Utilizan correctamente el nombre de cada hijo evitando apelativos hirientes.
-Analizan las razones que motivaron un comportamiento incorrecto, y buscan juntos la solución al problema.
-Expresan afecto a sus hijos, con abrazos, caricias y halagos sinceros.
Recuerdos negativos:
“Me gritan sin razón alguna.
“Nunca me dicen te amo, ni me demuestran afecto. Nunca me dan las gracias cuando hago un favor”.
Recuerdos positivos:
“Cuando mis padres discuten, cuidan su tono de voz y eso me hace sentir respetado”.
“Saben admitir cuando se equivocan y suelen decir, lo siento”.
“Siento que mis padres me aman cuando se aman entre ellos”.
“Me hablan abiertamente acerca de mi sexualidad y me han ayudado a establecer límites al respecto”.
“Mis padres han sido un buen ejemplo para mi”.
“Nunca me comparan. Mis padres siempre dicen algo positivo de mi, aún en mi ausencia”.
El hogar en el que el padre y la madre han decidido desarrollar un lenguaje positivo tiene las siguientes características:
-El ambiente del hogar es positivo, domina la palabra positiva y amorosa.
-Los niños y niñas son criados de tal manera que pueden madurar, sintiéndose aceptados, apreciados, amados, seguros y respetados.