Civilismo y militarismo en el proceso comicial

El poder Civil en Venezuela, emana de la concepción jurídica del Sistema Republicano, que nace de la única fuente de poder legítimo, el sufragio libremente emitido. Con esta inspiración, por la solemne Declaración de Independencia, el 5 de julio de 1.811, se constituye el Estado Venezolano, con los atributos de un ente jurídico y político de esa categoría, dando lugar a la organización institucional democrática, que por medio del derecho y acatamiento de la soberanía popular inalienable, rigen los destinos del país.
El Estado, conjuntamente con sus organismos jurídicos y políticos es proceso y obra de creación colectiva, que se forma del pensamiento y las ideas de los hombres civiles, que recibieron mandato del pueblo y haciendo cabal ejercicio de soberanía, lo transfirieron a sus legítimos representantes, para cumplir los atributos de poder libre y soberano. En Venezuela, el ejercicio del Poder Civil y la consulta del Poder Electoral, única fuente de poder legítimo, son más antiguos y tienen más asidero en la conciencia popular, que el hecho de fuerza (de facto) protagonizado por las armas.
El 2 de marzo de 1.811, se instala, solemnemente, el primer Congreso Constitucional de Venezuela, de cuyas deliberaciones democráticas nace la emancipación y la precursora Carta Política de la Republica, que hecho las bases de nuestra institucionalidad democrática, como querer soberano, libérrima manifestación de voluntad popular y bullir y rebullir de derechos y libertades. Se habían consolidado los poderes de nuestro augusto destino soberano.
Estos eximios legisladores y representantes del pueblo, que propiciaron con su mandato la creación del Estado libre y soberano de la Confederación Venezolana, recibieron el estímulo conceptual y político de la Revolución Francesa de 1.789, las luces de la Ilustración y los principios de la filosofía revolucionaria del Racionalismo británico.
Vigentes estos primeros ensayos democráticos, el pueblo demostró vocación y aptitudes, para adaptarse a los cambios políticos operados, en el ciclo de la Colonia y la Republica. No obstante, en forma abrupta, se padeció el brusco alarde de la regresión militarista, cuyas secuelas más prominentes, está directamente relacionada con la imposición de un sistema cesarista y la consiguiente erupción del personalismo autocrático, que tomaron carta de nacionalidad en nuestra historia.
Ambos irrefrenables fenómenos sociológicos (militarismo y personalismo) amainaron, con su efecto destructor, los intrínsecos postulados del Poder Civil, que pese al desborde de asarientas dificultades, se abría caminos, para lograr la estabilidad de las instituciones democráticas. Resultados de estas incidencias impregnan la vida política nacional, con dos antípodas de fatales isocronismos: la idea del caudillo, en contra posición al caudillo de ideas.