Después de la borrachera llega el ratón

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Recuerdo hace algunos años, viviendo en Nueva York, me sorprendió rotundamente el frenesí de la gente comprando cualquier cosa que estuviera rebajada, con descuentos hasta del 60% un día después del Thanksgiving Day.
Ellos lo llaman el Black Friday. El día de Acción de Gracias lo celebran el cuarto jueves de cada noviembre. Este 2013, el día de las compras alocadas, nerviosas y desesperadas será el 29 de noviembre. Las principales cadenas comerciales y especialmente los centros, llamados mall, se llenan de miles de ansiosos compradores tratando de aprovechar al máximo los descuentos. Las mujeres se aglomeran atolondradas por las ofertas en vestidos y carteras.  Los hombres libran batallas en ferreterías y ventas de artefactos eléctricos. Los chamos se babean por juegos electrónicos y teléfonos móviles. Es una clara demostración de la conducta “consumidora” de las “masas”. Eso es solo un día.
Lo que trato de decir es que los descuentos significativos en cualquier lugar del planeta tierra generan conductas compulsivas entre los compradores, sean ellos de un país sumido en  una severa crisis económica, con inflación superlativa y una moneda depreciada y hasta despreciada como el nuestro o en un país boyante y desarrollado como USA. Lo mismo sucede en Francia. Cuando Galerías Lafayette anuncia descuentos significativos los consumidores/compradores galos se lanzan en veloz carrera para aprovechar al máximo los descuentos.
Mediante la simple observación de esos hechos podemos inferir que la conducta política y electoral de los ciudadanos de un país no se verá afectada sensiblemente por el hecho que exista un Black Friday organizado y ejecutado por el sector privado o impuesto a bayoneta limpia como en el caso de Venezuela. Si el viernes alocado de compras en USA se prolongara suficientemente en el tiempo con toda seguridad que los inventarios sufrirían una merma significativa; la ventaja para los gringos es el hecho que su poderosa máquina industrial, su prestigio como buen pagador en transacciones internacionales, su moneda como símbolo clásico de las reservas internacionales de los países, les permitirá llenar nuevamente almacenes, depósitos y estantería y que nosotros nos veremos con anaqueles vacíos y con proveedores internacionales llenos de desconfianza.
Para muestra basta observar lo que acontece con nuestros bonos, tanto los soberanos (emitidos y garantizado por la República) como con los emitidos por Pdvsa. Ambos se desplomaron. El riesgo-país se fue a las nubes. En general, para nosotros los neófitos, el riesgo país es la diferencia en tasas de interés que pagan nuestros bonos y sus similares de los Estados Unidos.
Si un bono soberano a 15 años, un Global Venezuela 2027 está pagando una tasa de interés cercana al 14% en dólares y el mismo bono a 15 años emitido por los yankees está pagando aproximadamente un 3%, quiere decir que los inversionistas del mundo, esos mismos que Giordani dice que habrá que quitárselos a sombrerazos en virtud que se aglomerarán desesperados a invertir en el “Nuevo Mar de la Felicidad”, vale decir en Venezuela, exigen que les paguen una prima, un diferencial del 11% mayor para poder comprar los bonos venezolanos.
Esta prima de riesgo país es la más alta del mundo y se elevó considerablemente con las medidas demagógicas e irresponsables del gobierno, bajando precios a bayonetazos, haciendo por decirlo de algún modo no un Black Friday sino un Black For Ever. Al elevarse los riesgos, como lo evidencia la caída en los precios de los bonos soberanos de la República automáticamente todo el mundo espera mayores beneficios para invertir en Venezuela. En ese mismo hilo del discurso agregaríamos que si antes del disparate de la intervenciones en los precios de las mercancías los capitales; el sector industrial, comercial y de servicios, obtenía beneficios superiores al 30%, en la situación actual y con la amenaza abierta, pública y notoria que Maduro se propone regular las tasas de beneficio y llevarlas a una franja entre el 15 y el 30%, no habrá fuerza de pistolas, fúsiles, cañones y aviones que obliguen al empresariado a invertir una pobre locha en esta economía comunistoide. Así que como dice el título de este artículo el gobierno emborrachó a los consumidores venezolanos, explotando una conducta “consumista” presente en la mayoría de los países (excepto en Cuba y Corea del Norte donde se paga con cárcel la libertad de comprar), sin advertirles que el ratón que nos viene no lo alivia ni un camión  de alkaseltzer.
En mi criterio las palabras de Maduro eran ciertas cuando dijo que iba a empujar este proceso hasta las últimas consecuencias, es decir, hacia el modelo comunista, hasta la destrucción de la propiedad privada.

@ssemtei

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