“Un pueblo de pescadores bailando bajo la luna el olor a pescado fresco”.
Masaoka Shiki
“El Huésped como la pesca, a los tres días apestan”
Anónimo
Emprendo la faena. La marea con litoral de arenilla provoca la resaca que lleva y trae el recado del mar. El tibio matiz del día deja cada guarida sin sombra. La nube baja al borde toda la costera del cielo que se aparta. Allí encontré a Julián. El marinero obra en Macanao. Conserva la red para cosechar sardinas y las nasas para confinar langostas. Cuida cuatro hijas y veinte hijos. Todos ellos espaciados a lo amplio del litoral isleño.
Las niñas auxilian con la pesca costanera, y la mayor se desempeña como esposa pues su madre murió. El pecado no es apuro por no saber lo que encarna pero conoce de cerca el hambre y de eso sí está al tanto de lo que representa. Voy con él. La amanecida bosteza en la espalda. El sol ardiente desgarra la epidermis a punta de reflejos radiantes.
Ya preguntó por el salario. Debe ir con la nena en busca del pago que consiguió a punta de operar como jubilado social. Andando la playa alcanzamos el peñero, aquél bote dislocado de madero curtido donde las redes retienen colectas de enredos y moscas.
Tiene muchas preguntas aisladas en otras redes que no son de captura. Cómo fue qué murió su mujer, en un dispensario que no tenía para medicinar, un simple derrame menstruoso. Cuál es la razón que los hijos fueran arruinados marinos de una entidad de hambrientos que no hacen sino progresar en número y disminuir en esperanzas. Por qué sus hijas no saben de casamiento, pero sí, como se empareja en un catre de mancebía.
Sigue ajustando su motor fuera de borda de 40 HP que donó Insopesca, luego de haberse abstenido de suscribir el sufragio no por convicción acaso por ignorancia que le ha perdurado en el prorrateo de la ruina, por una nación mal gobernada y manipuladora que inagotablemente le ha negado el bienestar social al que tiene legítimo derecho.
Los patronos sabe que viven, pero acaso si los ha notado en revistas que tropieza en manos de vecinos que las descartan en la basura para que las pesque como el empeño y la zozobra que marchan y emergen alojados con el devaneo de una vida desalmada.
Ha continuado indagando. Sus acertijos son un piélago de profundos y extensos abismos. Unos no tocan fondo, otros una réplica abismal. Espejos turbios de remolinos sin término. Pasaje líquido de navegante triquiñuela. Montamos la nave crujiente como pastel en bolsillo de ebrio. El astro zurcía la sal de nuestro dorado pellejo, a fuego lento.
Salen y entran incógnitas cubiertas en el burbujeo repentino de una ola; ¿Será un día bueno donde Julián enganche pescados para nutrir la frágil multitud de su escuadrón familiar? ¿Podrá consentir al fin que su hija esposa le dé una hija nieta? ¿Aparecerá dios un día a estremecer la fe que se ahoga entre faena y faena y si acaso alcanza para atrasar el reproche, la tragedia y la adversidad?
Vamos raudos hasta el sitio donde dispone relanzar sus jaulas. Voltea decidido a que ningún otro asociado estafe sus franjas de colecta. Nota que quedamos solos y se da a la faena diaria. La labor rompe los dedos rugosos de la aspereza y las estrías asedian la perenne madurez de la demora, de la pericia renovada por una subsistencia que tampoco alcanza la sustantivación de una condición vital provechosa, honrada y decorosa.
Noto el carácter y la vacilación no abate el ánimo. Empiezo a poseer mis propios arcanos ¿Es la serenidad un testimonio válido para quien conoce de indigencia porque la vive a diario? ¿Puede estar alegre en la congoja de una aurora que inunda de salitres, vértigos y una temible sinopsis de apetito insatisfecho? ¿Vale la pena vivir para no saber que la existencia tiene un trasatlántico de otros morbos aún más amplios y tecnificados?
Ya de retorno por una jornada provechosa el telson de algunas langostas golpean mi chapaleta; las escamas ajustan el sudor a la piel y el yodo sana la racha marina; La vida es sólo el reflujo que carga y atrae todo al acorde en un pavor de olas y mareos. Concluyó la andanza pesquera. Julián en la resaca estremece, y yo en el vaivén me voy.