Las voces de Penélope – Jugar con fuego

Lo de Daka genera muchas preguntas. Una, saber si se trata de una política de Estado anti especulación; otra, si es una medida de distracción relativa a las próximas elecciones. Si fuese lo primero, es útil preguntarse por qué se alimentó una mentalidad arraigada tanto en el pulpero como en el empresario de todas las repúblicas, incluyendo la actual. Especialmente si este proceso “socialista” debería eliminar este tipo de prácticas que  en los países  industrializados es penalizada, por cuanto deforman la economía capitalista al jugar sucio en la llamada libre competencia, sin olvidar los diversos tipos de economía capitalista. No es igual Suecia que Japón, EEUU o China.
Esta última navega hoy con la venia de su Partido Comunista, por las procelosas aguas del capitalismo salvaje. Si no lo cree, investigue la nacionalidad de los 300 ricos más ricos del mundo y las nuevas formas de esclavitud laboral en las fábricas que día a día lanzan por millares, ropa, calzado, bolsos, artefactos eléctricos, en fin, lo que circula en el mundo  “Made in China”, sean marcas originales o sus copias, cuyas fábricas se instalan allí sustentadas en la miseria de millones de chinos procedentes de las zonas más apartadas, dispuestos a trabajar como esclavos en horarios de 12 y 16 horas, por un plato de arroz.
Si se tratara de una política de fiscalización del Estado, desde hace 14 años daría frutos. Debería incluir a los intocables buhoneros,revendedores de papel higiénico, frutas y hortalizas, bodegas, supermercados, mayoristas, minoristas, transporte terrestre, aéreo y marítimo, en fin. Mejorar los salarios y aumentar el personal de Indepabis, organismo cuya vigencia no puede negarse y del cual todos nos acordamos cuando nos estafan. La fiscalización debió incluir CADIVI para que no termináramos penalizados, los que sí gustamos de viajar y hacemos piruetas para reunir pasajes y estadías. Los “raspatarjetas” venían actuando desde hace mucho tiempo con la complicidad de funcionarios y la utilización de personas humildes y no tan humildes, necesitadas o no de unos ingresos extras, conscientes o no del ilícito bancario en el cual incurren. Hay de todo en la carreta del caos. Ilícito que incluye las remesas familiares, acaparadas por cierto, no por venezolanos, sino por los nacionales de países vecinos, muchos de los cuales, viven de su venta al dólar paralelo.
Sí. Lo de Daka llama a reflexión. Especialmente porque ya nació un nuevo verbo coloquial: “dakear”, sinónimo en algunos lugares de “saquear”. Si se especuló mediante la remarcación de precios, deben adelantarse todos los procedimientos legales, lo que no incluye el llamado a la población para obtener una supuesta justicia con su presencia. Los procedimientos legales son obligación y no una gracia del gobierno y debió hacerse sin la presión de los compradores quienes, de paso, tienen ojos y oídos y denuncian que dentro de los establecimientos, los militares ya compraron o “apartaron” la mercancía. Entonces,¿a quién se presiona con su presencia? Ni a los dueños ni al gobierno.
Respondernos, nos conduce a pensarquelos acontecimientos son un asunto político relacionado con las elecciones. Pareciera que se busca crear las condiciones que conduzcan a una explosión social, atribuyendo sus causas a acciones de los opositores,lo cual es jugar con fuego pues nada les garantiza que puedan controlarlas a la larga,ni siquiera el apoyo de la fuerza militar ni policial. Las navidades  no garantizan la desmemoria en enero, pues la crisis económico-social se impone. Las amenazas y la  mala administración pasan facturas.Igual el empobrecimiento de la clase media, crecimiento de la pobreza, la crisis hospitalaria, inflación, desabastecimiento y la inseguridad.
“Entonces el aprendiz imaginó que tal vez hubiese una manera de volver a lanzar los barcos al agua, por ejemplo la propia tierra y ponerla a navegar mar adentro”, dijo Saramago al recibir el Nobel. Las retomo, al recordar que el sueño por una Venezuela justa, sin corrupción ni delincuencia organizada,no puede  quedarse en el prólogo poético de la Constitución ni en el espejismo de pensar que los militares y policías podrán eludir las responsabilidades históricas.