Miles de supervivientes, desesperados y furiosos por la lentitud de la ayuda, intentaban este miércoles tomar uno de los pocos vuelos disponibles para huir de las zonas más afectadas por el paso del tifón Haiyan en Filipinas.
Las autoridades, que temen que el balance total de víctimas sea de varios miles de personas, anunciaron este miércoles la muerte de ocho personas cuando se vino abajo un depósito de arroz que estaba siendo saqueado por la muchedumbre en la ciudad de Alangalang, una de las más afectadas por el temporal.
Los saqueadores se llevaron más de 100.000 sacos de 50 kilos de arroz cada uno, indicó Rex Estoperez, portavoz de la Autoridad Nacional de la Alimentación.
Las autoridades se vieron obligadas este miércoles a aplazar un entierro colectivo en Tacloban, cuando se produjeron varios disparos. «Terminamos de cavar el emplazamiento para el entierro colectivo (…), hubo varios tiros» y la policía pidió al convoy que diera media vuelta, explicó el alcalde, Alfred Romualdez.
Cinco días después del paso del tifón Haiyan, uno de los más potentes de la historia con vientos de 300 km por hora y olas de más de cinco metros, los supervivientes de Tacloban buscan desesperadamente huir del desastre.
Algunos, agotados, traumatizados y hambrientos, provocaron una avalancha el miércoles por la mañana en el aeropuerto en ruinas de la ciudad para intentar subirse a alguno de los aviones militares que traen ayuda humanitaria.
«Vamos a morir de hambre»
«Llevamos tres días aquí pero no hemos conseguido tomar un avión. Quizás vamos a morir de hambre», explica Angeline, la madre de una niña de siete años que se desmayó entre la multitud.
Los vuelos que despegan y aterrizan en Tacloban todavía son muy «limitados» y los transbordadores están abarrotados, admite Patrick Fuller, el portavoz de la Cruz Roja Internacional en la región Asia-Pacífico.
La ayuda internacional y los navíos militares occidentales tardarán días en llegar y por el momento la ayuda llega muy lentamente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre los riesgos de enfermedad, especialmente sobre las relacionadas con el agua.
El balance de víctimas sigue siendo difícil de establecer. La ONU, que el martes pidió 301 millones de dólares para ayudar a las víctimas, habló de 10.000 muertos en Tacloban, pero el presidente filipino, Benigno Aquino, considera que esa cifra es «demasiado elevada» e indicó por su parte entre «2.000 y 2.500» muertos.
El último balance provisional del gobierno filipino es de 2.275 muertos y 80 desaparecidos, aunque miles de cuerpos en descomposición siguen todavía esparcidos por las ciudades devastadas por el tifón.
El secretario del gobierno, Rene Almendras, reconoció este miércoles que las autoridades están desbordadas por el número de muertos. «La razón por la que dejamos de recoger cadáveres es que ya no nos quedaban sudarios, pero ahora tenemos 4.000» indicó.
En total, la ONU calcula que más de 11 millones de personas, el 10% de la población de Filipinas, se han visto afectadas por la catástrofe, y hay 673.000 desplazados.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de tres millones de personas han perdido temporal o definitivamente sus medios de subsistencia.