A Blas Perozo Naveda lo conocí una tarde caroreña, que más bien parecía un aquelarre, o un día de halowen desacralizado de las porquerías yanquis.
Blas no sabía que lío armado tenían los poetas caroreños; llegó al Centro Lara, CL, así dicen sus siglas resaltadas en el escenario, traspasó su umbral disfrazado de extraterrestre, pero fue descubierto quizás por El Drácula, que ya controlaba la escena. Nadie sabe cómo ambos personajes penetraron al recinto del evento sin ser invitados.
Tito andaba impecable, ataviado tal como un dandi; se dio a entrever entre un corrillo de chismosas presentes que su tono ceremonioso se debía a sus versos paganos recitados a las monjitas. La ventaja de Blas en relación a los demás poetas es que en una situación de emergencia adquiere otra fisonomía; dicho día después de carraspear insistentemente ya hablaba caroreño, luego de haber impregnado el ambiente con su maracuchismo-leninismo.
Pero su presencia fue seguida por varios expectantes tal como si se tratará de cualquier “Pedro el escamoso”. No, nada que ver, es solo comparación, el poeta se la comió con sus reflexiones filosóficas. «Es un tribuno», dijo una vez Cecil, su exdiscípulo, sí un tribuno, parecía hilvanar un discurso de la mejor oratoria filosófica de los griegos; claro que después de libar algunas copas se fueron pal zipote tantos dilemas obtusos, existenciales, y en vez de invocar ser o no ser, decía en maracucho cantarino: «Mira vos… se es o no se es?»
Nadie supo, como en las novelas garcíamarequianas, quién subió al escenario un poco de muchachos imberbes, ante el asombro de Tito Nuñez, alguien susurró al oído del orador quien anunció parsimonioso: «Llegó el momento esperado…» A la lectura y gritos estentóreos de los poetas al estilo del inicio francés, vino la estampida. Nadie se enteró en qué momento desapareció Blas disfrazado de cura, lo cierto es que apareció luego en La Guzmana, donde la gente creía que era una especie de gitano errante y le pedían que realizara actos de magia y le pedían los números de las loterías. Hubo gente que lo confundían con el santo patrón San Juan y se arrodillaban cuando lo veían. Los días y noches de Blas en Carora discurrieron entre largas tertulias etílicas y ciertos actos adivinatorios.
Para medir la tierra imaginaria
que se ancha en el espejo de tu lago
hacen falta las manos de los pobres
o mejor digamos proletarios
con sus miradas lánguidas
y en cada pecho suyo sus escapularios.
Para ti de la estirpe de Urdaneta
“hijo de un moldiador del 43”
según reza su acta de advenimiento
siempre será tuya
la diadema de los emperadores
y tu poesía elixir y tormento
de las enamoradas.
“Sí. El busca a su muchacha para amarla
sin estar desplomado como un árbol”
y es infinito su corazón y su alma
y tan sólo eso le ha bastado en garantía
para en una casa de empeño,
empeñarla!
Yo no creo en bancarrotas de poetas
y menos que Blas
que no es un hombre huraño
desprecie esta prosa que le escribo
como obsequio
por su cumpleaños!
