Lectura – Reportero

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Es justo que a esa voz deliberadamente alta, dicha con desparpajo sonoro que se presentaba a El Nacional para conversar sonoramente con sus colegas reporteros, entonces no se había creado la Escuela de Periodismo de la Universidad Central, y  Oscar Yanes particularmente se sentía bien a gusto con la denominación de reportero. Él siempre quiso y le gustó ser un reportero. Con las palabras como instrumento de trabajo graficaremos la sonoridad y el alto timbre de esa voz que sobresalía ante la normalidad común. Tantas otras como las de Cuto Lamache, Arístides Bastidas, Pedro Rafael Gilly, Raúl (pajarito) Esteves, etc.; todos del diario que dirigía Antonio Arráiz con los cuales en la cordialidad su voz se imponía.
Oscar Yanes, entonces muy joven, trabajaba para «Ultimas Noticias», tabloide en el cual Kotepa Delgado fue fundador. Corría la segunda mitad de la década de los cuarenta y la dirección para entonces parece haberla desempeñado Pedro Beroes, Su oficinas, después de Dovilla un negocio de ropa para caballeros, situado en la esquina de Las Monjas, estaban entre Monjas y Principal.
El referido tabloide tenía espacios sensacionalistas entonces y Oscar Yanes se acreditó como veterano en el manejo de la redacción de esas crónicas que cautivaban al lector y que elevaron la impresión del tiraje diario del periódico. Las crónicas de Oscar  Yanes, como los Cantares de gesta de la edad media que mezclaban lo real con la ficción, tenían la original característica de fundamentarse en rasgos o anécdotas reales perdidas en el laberinto del aporte ficticio de su desbordante y animada fantasía. La inventiva y el ingenio de este destacado reportero hizo historia, pero historia originalísima.
Graficamos, pues, en palabras esa voz latigante y fuerte que hasta en los signos gráficos de sus crónicas imponentemente envolvían al lector. En todo caso, sus crónicas realistas en cuanto al deseo de convencer, estaban llenas de esa veracidad de sus originales inventivas.
Fue un productor de ideas frescas en la realidad de aquellos días en los cuales los lectores se apegaban a un medio impreso como la hiedra, solamente porque en el medio seleccionado para leer había un reportero como Oscar Yanes que muy hábilmente en el territorio de las palabras sabía encontrar aquellas que mejor impactaran en la capacidad receptora de sus  lectores.
Su exaltado espíritu entregado con desparpajo al hablar, reciba de mí estas evocadoras palabras como el silencio que su alma alegre reclama en tanto que tributo a su inexorable mutis.

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