Desde mi cátedra – Dímelo cantando: «Ahora seremos felices»

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Una vez más, el régimen apela al libreto extravagante y ridículo de crear un parapeto burocrático que da por llamar Viceministerio para la Suprema Felicidad social del pueblo venezolano. Como es consabido, el arte del oficialismo no es gobernar, y menos bajo los cánones democráticos, que se rigen cumpliendo con la Constitución y las Leyes, y ejecutando planes y proyectos de políticas públicas.
A lo largo de 14 años han ido instrumentando falacias como estas, con cuya palabrita se desea revivir la esperanza en el sector del país que les ha venido acompañando y que hoy dicen cantando con el azteca Enmanuel, “todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mi…”. Recurrir al tema de la felicidad para mantener la confianza en el electorado cautivo, no es fácil, cuando se vive un estado de agotamiento y decepción. La felicidad no se decreta, ni se impone.
Es un estado emotivo del ser humano, difícil de definir; sobre el tema mucho de ha conceptualizado, y a esta hora escrito.
La felicidad tiene un carácter filosófico muy propio en cada individuo, factores sicológicos, sociológicos e incluso antropológicos los que influyen en ese estado de ánimo. La felicidad es parte del crecimiento personal a lo largo de la vida, que con dignidad, responsabilidad, ética y honestidad va alcanzando los objetivos básicos y trascendentes el Ser, e igualmente vivir en libertad como sino natural de la persona, sin tener que luchar día a día para no ser tiranizado por un régimen despótico y totalitario, como el que trata de vendernos la felicidad a su manera.
Lo que ignora Maduro y sus secuaces es que cada quien asume una actitud frente a la vida y de esa postura positiva y exitosa se desprende su propia felicidad; porque como diría un pensador: “La vida se hizo para vivirla. Cada día debe ser una alegría, no una lucha”.
En este festín de poder y corruptela, quizás quieran ponerle música para amenizar la angustia y depresión que sentimos los venezolanos, para ello le sugerimos entonar la canción de “El Jibarito” Rafael Hernández, que dice: “Ahora seremos felices/ ahora podemos cantar/ aquella canción que dice así/ con su ritmo tropical/… que Dios nos de mucha vida, Negra/ y mucha felicidad”; o ante el inmenso y profundo descalabro que se le avecina al régimen en situaciones y elecciones venideras, acuda al dulce canto de Virginia López, para pedir, “Corresponde a esta inmensa pasión/ entregándome tu corazón/ no te arrepentirás/ sabré hacerte feliz, siempre feliz”; o uno no sabe, si interiormente esté anunciando una transición con paz y alegría, y así recuerda a Consuelo Velázquez, al decir: “Que seas feliz, feliz, feliz/ es todo lo que pido/ en esta despedida…/ y en vez de despedirte con reproches y con llantos/ yo que te quise tanto/ pido que seas feliz, feliz, feliz”. No obstante, ante ese estrafalario y populista postulado, pudiese no alegrarse un pueblo, que siente que el país está en una degradación en todos sus niveles y cantaría a todo pulmón “La vida es un sueño” del cubano Arsenio Rodríguez, “Después que uno vive veinte(van 14) desengaños/ que importa uno más/ … hay que darse cuenta/ que todo es mentira, que nada es verdad/… porque llenarnos de tanta ansiedad/ todo no es más que un eterno sufrir/ la vida está hecha sin felicidad”.

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