De la tusa al papel toilet

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La Historia con mayúscula es la que se escribe y plasma en libros, se construye a partir de las ideas de racionalidad y progreso. Las cotidianas justifican el gran libro contable de pérdidas y ganancias del monto del dolor humano que habría sido necesario emplear para alcanzar las metas. La tinta con la que se escribe  la historia, con minúscula, es la calamidad de un país pasado por la escasez y la miseria.
Las historias cotidianas son aquellas que no suelen ser escritas. No poseen la trascendencia necesaria para ser contadas por los historiadores, pero sí las concretas, pequeñas, marginales, por algún cuentista que las haya vivido.
Por ejemplo, nuestros abuelos narran cómo se hacía el aseo personal luego de que un cristiano defecaba, utilizando trozos  de tusas. Para ilustrar un poco o refrescar la memoria, ésta se obtiene luego de despojar a la mazorca de su hermosa cáscara, tapa o como se conozca, separándosele todos los granos.
A simple vista sólo pareciera un simple despojo, pero desde hace tiempo escuchamos sobre ciertas propiedades dadas al menospreciado gajo seco, el cual, todavía muchos lo tienen también como fregador o esponja para bañarse.
Así mismo cuentan sobre el manejo del  papel periódico debidamente trazado para ser colocado en ganchos de alambre a un lado de las letrinas u otros sentaderos, inodoros o escusados sofisticados en ese entonces, marcos de cemento rojo diseñados para colocar los pies y acurrucarse, con un tanque atrás dotado de una larga cadena para soltar el agua.
La evolución de la sociedad llevó a la construcción de pocetas, y por supuesto la aparición del papel higiénico que dejó atrás los materiales poco ortodoxos para higienizarse.
La insuficiencia del producto, entre muchos otros, es una de las grandes calamidades en Venezuela que nos eriza al pensar en los instrumentos prosaicos del pasado.
Sobre el problema del papel sanitario confluyen varios factores: El gobierno expropió empresas productoras  y el Estado no es un buen empresario.
La situación afecta a todos, miles de compatriotas, como en la película “El mundo está loco”, pegando carreras en procura de la preciada presa, peleando por el sagrado derecho a tener suficientes opciones y decidir con qué limpiarse en la estricta intimidad , evitando lanzarse al monte para fregarse con hojas de tártago, buscando alternativas como servilletas con primorosos diseños de colores marca “Suave”,  o las versiones de toallas multiuso marca “Practiclín” para sacarle brillo a los muebles de madera,  limpiar ventanas, y otra para dejar refulgentes los objetos de metal.
Los consumidores de esta historia con un rollo de papel, o ninguno en casa, visitan cientos de locales a diario atados a un servicio de inteligencia permanente que les informa a cual supermercado llegó, y como en mercal, colocarse en la cola de la locura en medio de codazos y pescozones para una  última parada también de varias horas, cancelando 3 paquetes de 4 rollos que es lo permitido, rindiéndolo al máximo con una pequeña dieta en su alimentación diaria.
Y si lo necesitas con urgencia, puedes recibir el pitazo de un amigo a través de «Abastéceme», una red social en teléfonos inteligentes que ya ha sido descargada miles de veces y permite ubicar los productos buscados.
«Abastéceme», habilitada en formato Android , ya en versión para Blackberry, permite al usuario encontrar azúcar, leche, arroz y otros productos de consumo básico en un mapa de Google que ubica el supermercado con el artículo en cuestión.
La información es subida por los usuarios de la red social y compartida en forma de que cualquier persona pueda encontrarlo en rango de uno, cinco, diez, o incluso cien kilómetros si se tiene muy mala suerte.
«Buscando papel higiénico, por favor espere», indica el navegador si uno rastrea ese rubro en la aplicación que también permite discriminar la búsqueda por precios regulados o no, entre otras opciones.
Se trata de hacer un servicio público con la esperanza de que se desarrolle por Internet para aquellos que no tienen acceso a un teléfono inteligente, ilusión atada al pensamiento del filósofo Georg Hegel, para quien el dolor por las victimas tradicionales es un punto de vista sentimental, del que hay que elevarse para advertir que las tragedias del pasado son solo medios al servicio de la finalidad de la historia.

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