En junio del 2014 la Residencia de ancianos doctor Bartolomé Finizola Celli cumple 40 años de estar brindando calor humano a un número de mujeres y hombres que, habiendo alcanzado edades avanzadas, requieren de atenciones especiales que sus familias, o no pueden o no quieren darles.
En la actualidad en la institución están albergados 12 hombres y 12 mujeres alejados de preocupaciones, disfrutando del cariño y la protección que, desinteresadamente, le brinda el abnegado personal allí destacado.
“Deseáramos poder recibir más, pero no tenemos recursos”, explica una de las colaboradoras.
Rosalía Salas de Rosales, María de Gómez y Elvira de Ortega, esta última encargada de la casa, son apenas tres de las voluntarias que hacen posible la existencia del hogar.
“Aquí subsistimos gracias a las actividades que se organizan, colaboraciones de comunidades y un pequeño aporte de la alcaldía de Crespo, pues organismos como la gobernación no nos aportan nada”, explica Elvira tímidamente.
Las tres coinciden en la necesidad de más ayuda para poder cumplir con los gastos, en primer lugar lo correspondiente al personal, conformado por 13 personas, “que son inmensas colaboradoras con corazones grandes”.
Entre estas se encuentra Rosa Alvarado, la cocinera, quien tiene 17 años en la institución y recuerda que cuando llegó le pagaban dos bolívares mensuales.
Y entre los huéspedes también los hay con unos cuantos años, como Carmen Durán, quien ya pasó de los cien, tiene 20 en el albergue y no le gusta que le pongan silla de ruedas para salir de su habitación, Ramona Coroba, llegada hace 24, “La Niña” Gladis, hace 22, Juan Castillo y Dionicio Aparicio, quienes se encontraron allí y formaron un dúo musical con cuatro y maracas, y a pesar de los años tienen el ímpetu para animar el ambiente cuando está muy callado.
Lamentablemente el cuatro y las maracas están un poco deteriorados por lo que hace falta que alguien de buen corazón les done otros instrumentos “para que puedan seguir animando”, dice Ramona, quien a veces les acompaña también, cantando y bailando.
Pero en la Residencia de Ancianos de Duaca requieren de mayor colaboración por parte de instituciones públicas y privadas y de particulares, incluyendo algunos familiares que dejaron allí a sus viejitos y más nunca les han vuelto a ver la cara.
Por ahora están necesitados de un refrigerador para guardar los alimentos, otra cocina industrial para su preparación, lavadores de mayor capacidad, que les reparen los techos y canales de la vieja casona pues las filtraciones que presentan son muchas, y unos galones de pinturas para recuperar el color de las paredes que por la humedad están deterioradas.
“Aquí recibimos todo lo que pueda servirnos, alimentos, cobijas, sábanas, artículos de limpieza y también ropa usada en buen estado que luego podamos vender en el bazar al lado”, expresa Elvira.
Aclara que están al lado del hospital de Duaca, fácil dirección para llegar con sus colaboraciones.