Llueve… pero escampa – El títere que censuraba

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En 1950 en los Estados Unidos ocurrió un magnicidio, de hecho es el único magnicidio ocurrido en toda la historia. Algunos podrán pensar que he cometido un gazapo y que la historia registra más asesinatos presidenciales o intentos de asesinatos: Abraham Lincoln (primer presidente asesinado durante su mandato), James A. Garfield (asesinado a los 6 meses y 15 días después de acceder al cargo) o JFK asesinado en un mes de noviembre, eso fuese cierto si estuviese historiando a la nación del norte, pero es a Venezuela a la que hago referencia, que para ese entonces ni era República, ni era Bolivariana, sino Estados Unidos de Venezuela.
Con el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, se han tejido distintas teorías conspirativas desde la autoría de Marcos Pérez Jiménez (a la postre el gran beneficiado), pasando por la participación del imperio norteamericano que necesitaba un personaje más dócil en la primera magistratura, hasta llegar al lamentable desenlace de un secuestro realizado motu proprio por Rafael Simón Urbina, quien luego de ser gobernador, fue acusado y enjuiciado por enriquecimiento ilícito, por lo que decidió cobrar justicia por sus manos.
Entre fantoches y censores
Con la muerte del presidente, Teniente Coronel, comandante en jefe de la fuerza militar, se generó una crisis política que obligó a que se encargase del poder un civil, Germán Suárez Flamerich, que en todos sus actos aparecía franqueado de militares (como se podrá ver no escribo de Chávez, ni de Maduro y mucho menos de un alcalde detenido por corrupción, que luego salga a buscar justicia).
Una de las primeras medidas implementadas por el fantoche de entonces, impulsado por los militares detrás del poder o al lado de él, fue la designación de un experto sabueso policial, Pedro Estrada, para que se encargase de la Seguridad Nacional y acabase con el enemigo interno.
La censura a los medios de comunicación no se hizo esperar, los periódicos debían someterse al lápiz rojo de Tinoquito, mote con el que se conocía al censor gubernamental Manuel Vicente Tinoco.
La prensa se doblegó bajo el yugo de la censura y lo que es peor de la autocensura. La Esfera, Últimas Noticias y La Religión fueron bastiones contra la opresión. Luego se uniría El Universal y El Impulso hasta que el régimen implosionó.
Y es que tanto antes, como ahora hay diferentes mecanismos para censurar a la prensa. Bien por la compra de medios, la restricción de insumos o por la vía de la sanción, la persecución y la intimidación.
Censura que el oprobio queda
Como los controles han sido insuficientes, ante la irreverencia de la prensa, el gobierno (ahora sí hablo del presente) decretó la creación del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESSPA), nombre rimbombante para los nuevos “tinoquitos” y sus lápices rojos, rojitos.
Un organismo que “…evaluará las informaciones de interés para el nivel estratégico de la nación, asociada a la actividad enemiga interna o externa, provenientes de todos los organismos de seguridad e inteligencia del Estado y otras entidades públicas y privadas, según lo requiera la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana».
Es decir gracias a esto descubrimos que hay enemigos internos, como en 1950, y que los verdugos obedecen al partido militar de turno, como en 1950.
Es que los regímenes totalitarios que esconden su naturaleza de lobo bajo la piel suave de oveja, propugnando un falso nacionalismo que en realidad es entreguismo, con grandes negociados que dejan a sus miembros jugosas comisiones, donde se irrespeta a la autonomía de los poderes, por desprecio a los postulados de les encyclopédistes o porque quienes dirigen esos poderes son fichas del partido, siempre requieren mostrar la mano férrea contra sus enemigos políticos y recurrir al asesinato, la tortura, las cárceles, el exilio y la censura rigurosa de la prensa.
En Venezuela se practica una censura disfrazada de legalidad. Se prohíbe por decreto el libre ejercicio del periodismo. Se multa a los valientes y se les tortura física y psicológicamente. Se impone el terror buscando desesperadamente el silencio.
Es bueno recordar que a partir de 1958 casi nadie va a recordar al títere, muy pocos añoran al titiritero. Cuando el guiñol baja el telón, surge la verdad y el oprobio persigue a los impíos que arruinaron y devastaron su propio terruño. Hay que verse en el espejo de la historia, llámese uno Germán o Nicolás.
Llueve… pero escampa

@yilales

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