Dictamen – La militarización del alma

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Ante la imposibilidad de controlar la inflación y la inseguridad que azotan de forma inclemente a la población, al gobiernito no se le ocurre otra cosa que decretar la felicidad suprema y el adelanto de la navidad. Problema resuelto. Igualmente decretaron el 8 de diciembre como el Día de la Lealtad y el Amor a Chávez y la Patria. O sea que ahora la felicidad, la navidad, la lealtad y el amor se decretan en Venezuela, son órdenes, es ajuro pues. La poesía del fusíl.
La “felicidad suprema” decretada por Maduro no es otra cosa que burocracia, o sea, se trata tan solo de un ministerio más creado para seguir repartiendo la torta entre los enchufados. Ya la vieja promesa de Chávez de eliminar varios ministerios y reducir el gabinete a lo mínimo, quedó para el museo del descaro. Actualmente hay más ministros y viceministros que nunca en la historia, y ninguno resuelve nada. Ministros para Asuntos Penitenciarios, para la Igualdad de Géneros y ahora para la Suprema Felicidad han sido creados recientemente en un gabinete que ya supera los 30 ministros con sus respectivos y abundantes viceministerios. Estos sí son los “raspacupos parásitos” de los que habla Maduro. La “felicidad suprema” es para ellos, y si no pregúntenle a la ministra Alejandra Benitez.
Pero la felicidad no se decreta y los problemas no se resuelven creando ministerios.  Lo que pasa es que eso es lo único que sabe y puede hacer Nicolás, quien lamentablemente no ejerce plenamente el poder y lo comparte con los militares, la familia de Chávez, el partido y sobretodo con los cubanos. No fue capaz de bajar el dólar paralelo como prometió desde febrero, ni de implementar un sistema de divisa que garantice el abastecimiento. Lo único que lo dejan hacer es firmar decretos y eso es lo que hace, “hágase la felicidad suprema”, como si se tratara de la “multiplicación de los penes”. Distinto hubiera sido que firmara un decreto de aumento del salario mínimo que hoy equivale a 1,5 dólares diarios, o que decretara una amnistía en favor de los presos políticos, o que creara un sistema permuta de divisas para reactivar el aparato productivo nacional. Tantas cosas necesaria que pudiera y debiera hacer un gobernante en las actuales circunstancias, para salir con la estupidez de ordenar el adelanto de la navidad. Esta jugando a ser presidente como un niño que se cree vaquero cuando usa su caballito de madera. Se entretiene hablando sin hacer nada, mientras que la inflación (también decretada) de los productos de la cesta básica es casi 50% este año.
Y en cuanto a la elección del 8 de diciembre, no hay problema, para eso está el decreto de la lealtad y amor a Chávez. La orden es clara: Sé feliz, canta aguinaldos, ama a Chávez y vota por el PSUV. O sea, “quiereme ajuro”. Pero más allá de la inconstitucionalidad de decretar un día patrio con fines electorales y partidistas, lo que sorprende es el espíritu militarista y totalitario (fascista incluso) de imponer por las fuerza hasta los sentimientos. Lo patético es que si tienen que obligar a la gente a amar a Chávez para su beneficio personal es porque saben que el pueblo asimiló ya que Maduro no es Chávez y que para superar esta crisis se requiere de alguien con liderazgo propio. No es casualidad que hasta Dieterich se la haya volteado al paisa. Y es que gobernar no es tan facil. Inventando paros fantasmas, peleando con Twitter, disfrazando la improductividad histórica del modelo socialista con el discurso de la “guerra económica”  y fabricando villanos de historietas con la propaganda negra de la “trilogía del mal”; no se van a resolver los problemas que avisoran un 2014 caótico. A menos que se grite “con hambre y sin empleo, con Maduro me resteo”, lo que queda es impulsar un cambio de rumbo antes que nos obliguen a suspirar. Y como aquí no decretamos sino que construimos, la invitación es materializar ese cambio votando en la Tarjeta de la Unidad por amor a Venezuela. No dejemos que nos militaricen el alma.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.

@chatoguedez

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