Hay síntomas inequívocos de que algo muy malo está ocurriendo en Venezuela. Decadencia. Irresponsabilidad. Disociación. Inercia. Delirio. Rapiña. Y mucha, abundante, incontenible y costosa estupidez. Mientras la inflación esfuma nuestros salarios, gracias al fracaso del modelo económico “socialista”, controlador y autoritario, y al aumento de la liquidez monetaria alentada por el Ejecutivo, y sin mayor resistencia del BCV. Mientras las distorsiones cambiarias agudizan la escasez y desabastecimiento a todo nivel. Mientras la corrupción es una descarada circunstancia que hace metástasis en parte del cuerpo de la revolución hecha cancerosa y disfuncional burocracia boliburguesa y saqueadora del erario público. Mientras la anarquía en forma de delincuencia e impunidad sigue exterminando día a día decenas de venezolanos. Mientras todo eso y más ocurre en un país paralizado entre la apatía, el conformismo, la decepción, el miedo y un desatado ánimo totalitario, la principal preocupación del Presidente de la República, es su pérdida de seguidores en Twitter. Lo cierto es que el pataleo surtió efecto. Muchas cuentas fueron restituidas, pero ha quedado al descubierto, una vez más, el orden y urgencia de las “prioridades” de presidenciales.
La escalada represiva del gobierno, bifurcada en diversos ámbitos y modalidades y anunciada por sus múltiples voceros, es cada vez menos retórica grandilocuente o amenaza verbal, y cada vez más acciones, hechos e intentos, salpicados de desesperación, y animados por un talante neofacista asumido ya sin pudor alguno, que tiene ahora en la llamada “Trilogía del Mal” una excusa para atacar a todo aquel que piense distinto al gobierno, y achacarle la culpa por problemas que la propia revolución no ha podido resolver.
El balance económico, a estas horas, es dramático, y ya la propaganda oficial a duras penas puede ocultar el desastre que se vive en abastos, supermercados, comercios, empresas y hogares en toda la nación.
Ángel García Banchs, Luis Oliveros y Henkel García, socios de Econometrica, ofrecieron recientemente una radiografía de la economía nacional en cifras: En plena bonanza petrolera, la mayor de nuestra historia, ingresaron al país 750 mil millones de dólares entre 1999 y 2013. Paradójicamente, en ese lapso nos endeudamos como nunca; aumentamos la deuda externa del país en casi un 300% y la deuda financiera de PDVSA en 470%. Se han destinado 30 mil millones de dólares a compras de armas y 20 mil millones a “regalitos” para otras naciones. El gobierno, que hoy importa el 47% de lo que consume el país, en poco tiempo superará al sector privado en ese renglón.
El Sicad ha sido un fracaso como modelo complementario de asignación de divisas. Entre Enero y Octubre de 2012, el Sitme otorgó 7 mil millones de dólares. El Sicad, entre enero y octubre de este año, apenas ha asignado 1000 millones. Actualmente, según estimaciones de los referidos especialistas, la economía venezolana tiene un déficit de 10.000 millones de dólares. (De seguro, también tiene un déficit de sensatez en quienes la conducen y le fijan políticas). El oro monetario representa hoy el 75% de las Reservas Internacionales, cuyo componente operativo está por debajo de los 900 millones de dólares.
Ante este cuadro, la respuesta del gobierno de Maduro es aumentar la represión, el control y radicalización. Veremos “algunas” decisiones económicas luego de las elecciones del 8-D, y posiblemente en Enero de 2014, antes, nada que ver.
Lo único cierto, es que el actual modelo económico edificado por el chavismo, y sustentado en la desnaturalización y vaciamiento institucional, en precios del petróleo elevados por largo tiempo, reparto de renta, controles de cambio y de precios, debilitamiento del sector privado, creciente estatismo y aislamiento internacional, es hoy absolutamente inviable. El petropopulismo no da para más, García Banchs dixit.
Por todo lo anterior, es difícil no concluir que ha sido esta una gestión demoledora. Macabra en la fría certeza del error, pero reincidente en él a conciencia, y aferrado a un poder que pareciera írsele de las manos, al fragor del descontento social. Es urgente detener, la eficiente labor “socialista” de lamentable y verdadera destrucción revolucionaria.
@alexeiguerra
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