Nuevo federalismo

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El federalismo instaurado en 1864 nos condujo a un centralismo asfixiante. Las provincias no aguantan más. Aquello de que Caracas es Caracas y lo demás monte y culebra es cierto. A la capital abastecida no le falta nada. Al gobierno le interesa mantener esa vidriera para ocultar la angustiosa realidad que se vive en los pueblos del interior.
No hemos sido sino una república centralista. El federalismo es un papel. De un centralismo conservador (1830-1864), pasamos a un centralismo autoritario (1899-1945), después a  centralismos democráticos (1945-1948 y 1958-1998), hasta caer en  centralismos caudillescos (1948-1958 y 1999-2013).
Tenemos hoy es un régimen presidencialista neodictatorial. País de súbditos y no de ciudadanos. No hay democracia para el pueblo sino gobierno a nombre del pueblo.  Un aparato cubano planifica y un  aparato venezolano ejecuta. Tenemos una realidad enmascarada. Las competencias estatales están limitadas. El situado constitucional no está sincerado. Tres veces se ha reformado la Ley del Fondo Integral de Desarrollo (FIDES), para darle menos dinero a las provincias.
La llamada Quinta República es una quimera. No ha construido una obra de infraestructura de envergadura. Ha convertido al pueblo en un “lazarillo de Tormes” que sabe que tiene fortuna pero que vive en la miseria. Se trata de un gobierno ineficiente que ha entregado el país al capital chino, iraní, bielorruso, ruso y ha repartido la riqueza nacional en mayor escala a nicaragüenses, cubanos, bolivianos y otros los ha llenado de contratos.
El nombre de esto es insuficiencia del poder nacional para sufragar las necesidades de toda la población, decisiones la toma una camarilla instalada en la capital. Las regiones o provincias tienen que plantearse el federalismo y exigirlo incondicionalmente. Es un imperativo. El pacto nacional puede mantenerse sobre la base de una participación en las decisiones nacionales y una autonomía que permita resolver y vencer las dificultades locales.
Esto no puede llamarse separatismo ni ganas de independencia. Somos venezolanos, porque nos unen historia, religión, tradiciones, idioma, costumbres, pero existen diversidades que no pueden esconderse. Los zulianos son distintos a los andinos. Los orientales no son iguales a los llaneros. Los centrales no tienen los mismos modos de la gente del sur de Venezuela y el Amazonas.
Venezuela se ha quedado atrás respecto a los países de la América Latina. Chile y Perú se han desarrollado sin el dinero del petróleo. Brasil acusa eliminación de la pobreza reconocida mundialmente. México y Argentina son países en vías de desarrollo. Venezuela está quebrada. Países que tienen al frente de ellos técnicos, economistas, profesionales capaces. Nosotros le hemos entregado el país a una dirigencia militar y comunista atrasada, enriquecida  que nos pregona un mundo de ilusiones y espejismos.
El nuevo federalismo debe planteársele a la juventud universitaria y militar. Cuánta razón tuvo Diego Arria en hacer su campaña electoral visitando  a la juventud universitaria. Hay que descubrirle a los jóvenes el mundo que les espera por este camino. No tendrán vivienda aparte cuando se casen, no tendrán vehículos como las generaciones que les precedieron, no viajarán al exterior, no comerán bien. En definitiva hay un mundo moderno al que no tendrán acceso. Es preferible una juventud rebelde, indómita que pusilánime cuyo oficio es aplaudir a los ineptos que nos gobiernan. Como diría Roger Garaudy les quedan dos caminos “prostituirse o la revuelta”.
Somos una República Federal según la Constitución Nacional, pero este presupuesto no se cumple. Las provincias no deben estar distanciadas por ideologías, deben unirse porque han sido igualadas sobre la base de problemas comunes. Ya hay regiones cuyos productos y territorio ofrecido para el turismo, si les dejaran desarrollarlos sin la tutela centralista, estarían en otra situación. No hay mañana, lo que hay es un hoy.

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