0. Antropología del Raspacupos: ensayando una definición
Raspacupos (Masc. / Fem.) Viajeros proscritos del régimen cambiario venezolano. Recorren ciudades a pie, chupan hielo en los restaurantes y concilian el sueño en camas compartidas. Iniciados como inversionistas de traje de baño y adictos a los puntos de venta, pervierten el orden normal del mercado y seducen hábilmente la inflación. Se alimentan de amenazas de Sicad y plástico de tarjetas.
1. El turismo raspacupos: una felicidad muy breve
Viajar se convirtió en un modelo de negocio. En una forma de sacar a pasear a la inflación. Llegamos al país como triunfadores, con una carterita oculta dentro de las mangas de las camisas. La promesa es hacer fortuna instantánea: en 43 bolívares no hay diferencial de dignidad ni cargos de conciencia.
2. “Prefiero rasparlo que dejárselo a los chavistas”
El argumento de Raspacupos busca legitimar su profesión, convertir su práctica en trabajo digno. La crisis está de su lado y el consumo, en su dimensión más aséptica, es libre. Pero lo que no sabe (o no piensa) es que, con cada raspada ilícita de tarjeta, con cada moneda que pretende multiplicar en la magia del mercado doméstico, está ventilando la mierda que ahoga al país.
(Nosotros mismos nos devaluamos: estamos valiendo menos, pero vendiéndonos más caros).
Raspacupos leyó esto y se sintió aludido. Raspacupos es víctima y culpable. Raspacupos está vendiendo al país en un mercado (agujero) negro. Raspacupos está triste. Raspacupos vive por cupos de felicidad.
3. Cartografías y memorias raspadas
Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Brasil. Todos los destinos se van cerrando detrás de ellos. Cursos de buceo, paseos guiados a Panamá, tres días y dos noches en Aruba ¡con hotel y bebidas nacionales! Así obraban los raspacupos ancestrales, aquellos que monopolizaron el cupo de $3000 y lo convirtieron en un desecho de $400.
Así se enriquecieron los primeros, pero ahora todos reclaman su fortuna particular. El modelo de negocio se democratizó y todos quieren su cuota de riqueza (y de felicidad).
(Ya entendimos por qué los aviones no quieren despegar).
4. Navidad prepagada: la épica fallida del raspacupos
Se acerca el fin de año y una nueva oportunidad para transferirle la inflación a otro. Tenemos los bolsillos pesados y la tarjeta sin deudas. Ya deshicimos las maletas y dormimos la otra mitad del horario. Pero es lunes y llegó el momento de salir a la calle…
Miramos. Nos tapamos la boca. Gritamos por la Coca-Cola a 40 y el teléfono que triplicó el sueldo mínimo. Lloramos las hallacas sin relleno, el vestido con tela de cortinas y el pan de jamón con índices macroeconómicos en las aceitunas.
Y más allá los destinos que van desapareciendo para los viajeros honestos. Y más acá, en casa, los platos rotos que pagamos todos, con inflación y de contado.
No era esta la fortuna que queríamos. No hay operación comercial para el milagro.
@zakariaszafra