La fuga de divisas

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¿De dónde salen las divisas que se transan en el mercado negro? De los ingresos petroleros que son adjudicados por Cadivi y el Sicad. Estas asignaciones no son simplemente “una fuente” de la que se alimenta ese mercado, sino que es su fuente principal, ya que los venezolanos que tienen depósitos en el exterior no los traen al país.
Las divisas otorgadas toman dos caminos: una porción va para importaciones y otra se destina a la venta en ese mercado. Los compradores de la mayor parte de las divisas del mercado negro son los pequeños, medianos y grandes empresarios. Estas compras de dólares no se realizan para traer bienes o servicios, sino para colocar las ganancias en el exterior. Hasta hace pocos años esta adquisición para “la fuga de divisas” se hacía de manera legal,  en las casas de bolsa, pero ya no se puede, porque desapareció.
En relación a las divisas hay dos problemas. Uno tiene que ver con su elevado precio en el mercado paralelo, y su incremento permanente.  Sobre ese mercado presiona la masa monetaria en circulación y la emisión de bolívares que van a las empresas del Estado. Pero además, con el nuevo control del uso de las divisas otorgadas por Cadivi, ahora hay menos oferta en el mercado negro. Una solución parcial es la disminución de la masa monetaria y de las notas quirografarias, a través de medidas como el aumento del encaje bancario y la disciplina fiscal.
El otro problema, sumamente grave, es el hecho de que el destino de la compra de divisas no es para importar sino para guardar las ganancias en el exterior. Los empresarios las compran tanto si el precio es alto como bajo. Y las continuarían comprando para “fugarlas” aunque se libere el mercado. Las causas de este comportamiento pueden ser múltiples Pero, ni la inflación ni el clima político son razones suficientes para explicarlo, porque es una situación que existe desde hace muchísimo tiempo y con diferentes gobiernos. Ya Miguel Rodríguez mostraba como, en el primero gobierno de Carlos Andrés Pérez, el monto del endeudamiento equivalía exactamente al de las divisas que se habían fugado.
Tal vez haya que aproximarse a dos aspectos que marcan lo que ocurre: los limitados espacios para la inversión interna y la debilidad del arraigo nacional de los agentes económicos venezolanos, distinto al de otros países. El primer aspecto tendría soluciones prácticas como la apertura de fondos de inversión mixtos, con participación privada y del Estado, en áreas como la construcción, la minería y hasta el petróleo.
Más difícil de abordar es el comportamiento de la clase alta venezolana, que tiende ahorrar fuera del país no sólo porque “el capital no tiene nacionalidad”, sino por su muy baja capacidad emprendedora y ausencia de nacionalismo, si la comparamos con otros países. A esto se le une la altísima presencia en el sector comercial, grande y pequeño, de agentes que envían regularmente sus ganancias a sus lugares de origen. Es un problema político y sociológico difícil de resolver. Pero que no se puede ignorar y hay que darle respuesta.

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