Dedico a Maximiliano Pérez, amigo de estas reflexiones
En estricto cumplimiento de normas y regulaciones morales todo funcionario público está obligado a circunscribir sus actuaciones según principios de humildad ciudadana para así no deslizar sus actuaciones hacia el terreno de la arbitrariedad y el personalismo caprichoso.
El ejercer el Poder dentro del ámbito democrático impone a cada funcionario público la obligación de preguntarse constantemente si su trabajo cumple con las exigencias de bien común establecidas en los articulados dogmáticos de la Constitución y las leyes respectivas. Sucede muchas veces que la persona que ocupa un cargo de responsabilidad no atiende las instrucciones del legislador y de una manera supina entiende el ejercicio de sus responsabilidades como algo inmanente a su persona, en otras palabras, asume que el Poder conferido por vía electoral o designación discrecional de la autoridad es simplemente un reconocimiento a sus múltiples virtudes personales, olvidando que cada función está regulada legalmente y que por lo tanto puede ser estudiada y supervisada , no solamente por vía jurisdiccional sino también mediante recursos administrativos que pueden ser activados individual o colectivamente según la hermenéutica del articulado .
Pero mas allá de las formalidades que deslindan la actividad pública de los injertos personalistas que le sobreponen algunos funcionarios, existen condicionantes sociales mediante las cuales el hombre común accede a la valoración objetiva del comportamiento de quienes manejan las decisiones que implican lo colectivo. Estas condicionantes tienen que ver con la socialización de vectores afectivos que van conformando espacios políticos no cuantificables de manera estadística, son embriones de baja intensidad emotiva pero con una gran eficiencia en ralentizar la intercomunicación entre el gobernado y el gobernante. Estos dispositivos sociológicos una vez activados son difíciles de neutralizar ya que se ubican a nivel de la zona síquica donde habita la autoestima y la auto justificación existencial.
Un Gobernante que desconozca los efectos que pueda causar una actitud displicente , arrogante o arbitraria, puede mantenerse en funciones de poder por poco o mucho tiempo , pero tiene que entender que su vida social se hace irreversible, ya no podrá retomar lo cotidiano en función de intereses inscritos en su yo familiar o grupal, tendrá que hacer lo imposible por mantenerse en el poder ya que de lo contrario el desprecio y la animadversión lapidaran sus afectos y motivaciones mas intimas. Por ello nada mejor para todo funcionario público con atribuciones de autoridad sobre otras personas que leer y aplicar el gran consejo de Khalil Gibran Jalil. ”La única manera de mantener el Poder es manteniendo la humildad».
En estos momentos de gran excitación política a nivel nacional , donde el pueblo se encuentra inmerso en una gran incertidumbre, cuando la voluntad colectiva parece un mar de leva que lucha inútilmente contra la intolerancia oficial, es importante que cada funcionario público revise sus posiciones y actitudes frente a las urgencias que impone la actual coyuntura. La tendencia de quienes ejercen la autoridad parece ser refugiarse en sus propias palabras para ocultar el hecho social, imponer el capricho sobre la inteligencia. Estos males endémicos que sufrimos a nivel societal tienen un mecanismo sencillo para su corrección, escuchar al pueblo con humildad, deponer la soberbia y reconocer que un cargo no gradúa de inteligente a nadie.
Se puede ser Presidente de la República, Gobernador, Alcalde, Prefecto, Oficinista y todo se puede cumplir con gallardía y eficiencia, las jerarquías antes que honores distribuyen responsabilidades y esto es algo que se ha olvidado completamente en Venezuela desde hace muchos años y con mayor intensidad en el tiempo reciente. A nombre del pueblo se han establecido linajes administrativos que nos acercan peligrosamente a una hegemonía burocrática despedazando así el más preciado principio constitucional y republicano como es el de la igualdad. A nombre de la Democracia se ha satanizado la disidencia y el personalismo se ha convertido en moneda de curso legal al momento de categorizar posiciones políticas. Todo esto avanza de manera zigzagueante pero determinada, afortunadamente la angustia de todo un pueblo está levantando barricadas morales al final de la calle, allí esperaremos a la soberbia y el personalismo para dar la gran batalla por la libertad y la dignidad nacional. El ocho de Diciembre el pueblo dará nuevamente una lección sobre este tema.
El personalismo será derrotado
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