Yo tenía mis dudas. A lo mejor era sólo maldad opositora eso de que el tipo no era nacido en Venezuela. Quién sabe si sería de una tradicional parroquia de cualquier ciudad o pueblo de nuestra geografía, pero con los archivos perdidos por una catástrofe climática o incendiaria. ¡Ah malhaya, el susodicho no podía mostrarla! De ahí el mutismo, el mirar para otro lado como niño cogido en falta. Pero hete aquí que aparece una señora esgrimiendo una hoja de papel -no muy de cerca- asegurando que es el documento anhelado sito en la caraqueña parroquia de Candelaria. ¡Santo Dios! Esta gente es muy hábil o yo soy idiota, porque a mí, si la reina del fraude me presenta un documento, de una vez por todas deduzco que es falso. Ahora sí, ahora si estoy segura de que el individuo no nació aquí.
¿Colombiano, de Curazao, gringo o de la Cochinchina? Da lo mismo, no es venezolano y punto. ¡Fuera!
Desde hace tiempo nos gobiernan peleles –no sólo a nosotros, a otros países de Hispanoamérica también- manejados por unos hilos invisibles y me parece, presumo, temo, que no son los personajes que creemos. No, no es el barbudo provecto ni su hermano. Carecen de medios y fuerzas. No es ninguna potencia mundial visible. Es algo más siniestro, anónimo, perverso. Un grupo asociado y comprometido medularmente en un proyecto de destruir para reinar. No atisbo con qué intereses, como no sea lo de la simple dominación planetaria, poder y dinero. Ese algo tremendo no está entre fronteras, las sobrepasa.
¿No recuerdan al ilegítimo difunto en La Orchila, temblando y como azogado, habla que te habla, entre dos tenientillos? ¡Un pelele! ¡Y volvió! ¿Quién lo hizo volver? ¿El general tal o cual? Sí, pero eran sólo instrumentos de un poder monstruoso que supera nuestra imaginación. El pelele actual habla con aves, hilvana disparates, ¿quién tiene ahí a este extranjero? Por sí mismo no se sostiene. ¿Quién tiene atadas a las mal llamadas fuerzas armadas? Habría hoy que denominarlas más bien desarmadas. ¿Dinero, privilegios? Tal vez, pero también son sólo medios de un plan más ambicioso. ¿Deliro? A lo mejor, pero tengo algo así como una fuerte intuición que me vino de repente mientras oraba y caminaba. La impresión permanece. Acaso, acaso… Desearía equivocarme.
En nuestro país se ve un poder real: el hampa impune que cobra víctimas día a día, los pranes –no sé de dónde sacaron ese nombre- dando órdenes desde las cárceles donde viven a cuerpo de rey, los motorizados reinando en calles, autopistas, acoquinando a automovilistas y peatones, los que meten maletas o envoltorios disimulados de estupefacientes en el avión y hacia el destino que se les antoje. Si miramos el mundo, vemos que este poder se extiende hasta él. ¿Eso lo maneja un hombre o una mujer? No. Eso es un poder en manos de un equipo convencido, entrenado, dispuesto a todo por el mal. ¿Humano o satánico? No lo sé. Probablemente ambas cosas.
¿Qué hacer? Para librarnos del mal hay que abundar en el bien. Para abundar en el bien hay que empezar por la persona. Es ilusorio tratar de transformar una multitud si no se transforma la unidad, el cada uno. La tarea empieza por nosotros mismos. Yo trato de ser mejor, adquirir y practicar virtudes, desarraigar vicios y errores; tú haces lo mismo. Ambos comenzaremos a irradiar contagio y el bien se expande. No compondremos
la sociedad con arengas sino con ejemplo y el arma más poderosa: la oración, de todos los creyentes, sea cual sea su religión. Y la de los no creyentes que podrían unirse simplemente como fuerza positiva humana que atrae la bondad. Luego viene la acción, lo concreto por y para hacer.
Empecemos por Venezuela, nuestra primera e ineludible responsabilidad. No nos distraigamos con partidas de nacimiento existentes o no. Debemos concentrarnos en una sola partida. No nos molesten epítetos ni calificativos peyorativos. Allá ellos con su falta de argumentos contundentes y sus medios ilícitos. Si ese poder lóbrego nos aplasta, la única manera es comenzar a minarlo, sacar a martillazos una piedra de la gran muralla. El 8 de diciembre el voto masivo provocará la partida del pelele y su entorno podrido. Una piedra del mal que cae es una esperanza que nace.
Del Guaire al Turbio – La partida
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