¿Quién hubiese pensado que este servidor, quien ha escrito tanto acerca de la muerte, que ha visitado tantas personas víctimas de ese agobiante dolor, por una lamentable pérdida. Quien ha estado en tantos sepelios y cementerios presentando las palabras de aliento, fortaleza y esperanza contenidas en las Sagradas Escrituras, para los familiares abatidos. Que trata de vivir de manera permanente citando los versos de la palabra de Dios y así dar fuerza al caído, se iba a encontrar con la terrible experiencia de perder prematuramente a su amado hijo Jorge Enrique?
Definitivamente, esto es la prueba fehaciente de los los efectos del pecado en este miserable planeta que no distingue personas. Por cuanto la promesa de paz, felicidad y vida eterna todavía está en camino. No le crea al líder cristiano que le diga que si Ud. acepta a Cristo todo le va a ir de maravilla. Eso es una mentira. Eso no lo dice la Biblia. Todo lo contrario, el Señor es claro. «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero tened buen ánimo, yo he vencido al mundo” Juan 16:33. Allí está la fortaleza, que estando en Cristo, venga lo que venga, somos “más que vencedores”. Nunca prometió Dios que si le seguíamos íbamos a tener felicidad, tranquilidad y prosperidad para siempre. Los verdaderos seguidores de Cristo pronto, antes de la venida de Dios, tenemos que pasar de nuevo por la terrible angustia de Jacob. Eso es profético y Dios nos está preparando. Si no, vean cómo murieron todos los apóstoles. Sí, Dios da prosperidad a sus hijos. Les cuida y les sostiene. Somos una prueba viva de esa experiencia. Pero, el milagro más grande que hace Dios en el hombre es que transforma su vida y la persona le sigue en obediencia a su palabra aunque se le desplomen los cielos.
En este momento tan duro. En esta situación que sería muy fácil endilgarle la culpa al Altísimo y es lo que el maligno quiere. Nos aferramos, mi amada esposa Teresa. Mis hijos, quienes le amaron con amor especial, William Hamurabí, Wilter, Sabrina y Rubén Darío. En estos momentos cuando vemos, el dolor de su linda esposa Oneisi Lesser, con su hermosa hija Naomy derramar lágrimas a borbotones. Repito, nos aferramos con toda nuestra mente, con todo nuestro pensamiento y con todo nuestro corazón a la palabra de Dios que dice: “Perece el justo, y no hay quien se preocupe; mueren los piadosos, y no hay quien entienda que el justo es quitado para librarlo del mal. Los que andan rectamente entran en la paz, descansan en su lecho” Isaías 57:1,2.
No sé como estoy escribiendo esta reflexión. Pero no quise dejarla para luego, por cuanto quiero decirles, que amo a mi Dios. Que en medio de este dolor que punza cada mañana mi blando corazón, alabo y glorifico su santo Nombre. Que sé que por alguna razón de amor, que sobrepasa todo entendimiento humano, quiso guardar a mi amado Jorge Enrique en el sepulcro. Por ello confío en lo que el apóstol Pablo dice: “Así es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción. Se siembra en deshonra, se resucita en gloria. Se siembra en debilidad, se resucita en poder” 1 Cor. 15:41,42. En eso creemos y sé, que un día que no está lejos, nos lo devolverá. Hago mía las palabras del fiel Job cuando dijo: «Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre la tierra. Y después, revestido de mi piel, estando en mi cuerpo, veré a Dios». ¡Yo mismo lo veré! ¡Mis propios ojos, y no otro! ¡Cómo lo anhela mi corazón dentro de mí! Job 19:25-27.
Por eso sigo aquí, y llamo a todos a que entiendan la necesidad urgente de hacer los esfuerzos necesarios para tratar de vivir una vida nueva. Que esta tragedia que enluta nuestras vidas no quede en el aire. Que esta cosa que nos sucedió, que quema por dentro las entrañas de una madre, no se pierda. Que el enemigo de Dios y de la Salvación, que nos pidió para probarnos sienta que la herida de muerte dada por el Señor en el oprobioso calvario, la acaba de recibir nuevamente en la actitud de fe en nuestro Dios que ha crecido en nuestros corazones. Que no sea en vano este desgarrador dolor que estamos llevando, sino que sea para llevar la vida por Camino de obediencia, de Salvación, que es en Cristo Jesús.
¡Nos encontraremos el martes que viene, con el permiso de Dios! “Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero Dios».
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Reflexión – La muerte de mi hijo Jorge Enrique
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