Hay situaciones en el recorrido de nuestros días que parecieran ser azarosas. Del mismo modo a veces pienso que nada es por azar. Vivo la fantasía de creer que las cosas más relevantes parecen estar ya escritas.
Hay días en que sueño conque tenemos la capacidad de escribir nuestro destino y elegir el camino. Al final de una jornada concluyo que somos dueños de sólo una parte de ese destino. Que lo que es importante es no morir de angustia y ansiedad por lograr lo que queremos o por intentar que las cosas salgan siempre como lo hemos imaginado. Es como sentarse a esperar a alguien que no llega y que –al parecer– no llegará jamás. No podemos esperar en vano. Debemos ocupar ese tiempo para algo más.
El asunto, con esto de la espera, es que a veces llegan situaciones que no estamos esperando, que tampoco las planeamos, ni las imaginamos. Ellas están allí para algo. Así como mi breve encuentro con Carora. Llegó para mostrarme algo, de seguro me expuso otras tantas, que –lo más probable– no llegué a ver y seguir el camino con la marusa llena.
Tenía mucho tiempo que no iba a Carora, seguramente unos ocho años, tal vez más, y fue precisamente en Mérida, esta ciudad de magos y caballeros que aun tratan a la gente de usted, que conocí a la Señora Sonia Meléndez, caroreña insigne. Nos encontramos gracias a las cabras. Ella trabajatodos los derivados de la leche de cabra que le sea posible y fue así, precisamente, como nos tomamos de la mano para caminar por un rato la misma zenda.
De regreso a Lara me llevó a su casa y aprendí todo el proceso de la leche, la producción del queso (de los quesos), el suero, la crema, la ricota, la mantequilla. Fueron unos días maravillosos. Sonia me llevó a comer en varios lugares y me hizo un paseo por la cocina criolla de Carora.
Carora es la última ciudad fundada en el Estado Lara, Venezuela en 1569 y tiene un destacado aporte a su gastronomía. Se dice que a partir de 1570 llegaron pobladores extremeños y manchegos, lo cual me hace sentido al descubrir en varios platos típicos larense, algunos platos que comía Don Quijote de la Mancha, según lo contara Miguel de Cervantes Saavedra.
Carora es capital del Municipio Torres (Pedro León Torres) el de mayor extensión territorial de Lara, un municipio que, mientras fue poblado por arawacos se hacia uso de la tierra, era un pueblo agrícola, se vivía de la siembra, y la cosecha se repartía equitativa entre los indígenas (Axaguas, Ajaguas, Achaguas, Caquetíos).
Hoy es un municipio que desarrolla, básicamente, la ganadería y la producción de azúcar. En Altagracia, tenemos las Bodegas Pomar, los mejores vinos del país.
Pasé tres días en Carora junto a Sonia Melendez y su familia y me cuesta ser preciso en mis letras, pues siento que Carora –y su gente– me ha dado tanto en tan corto tiempo que me ha dejado en un breve estado de inmovilidad.
Primero me topé de frente con el Sol Caroreño, ese malintencionado pero delicioso productor de calor, puesta de Sol color rojo cardenal que desarma y ayuda a olvidar cualquier mal día. Después su comida, toda su comida, el comer en familia y compartir con todos. Luego la larga noche caroreña con ron y vinos de su misma tierra.
Mas adelante, ya con el caluriento día, me encontré de frente con el fruto de su propio suelo, el barro de alemán hecho adoquines, hecho tejas. Los viñedos. Y finalmente con la aristocracia del Pueblo, la Iglesia en el casco colonial, las calles adoquinadas, las mamonadas, las pampuras, el marchante de carnes, la quesera, la panadería, el dique, el Club Torres.
Carora me ha devuelto algo que creí haber perdido. Un norte en mi trabajo gastronómico, sin quererlo me mostró el camino que siento estaba dejando, me recordó la víade la investigación, esa que ayuda a construir el sustento de unas bases gastronómicas. Me hizo volver la mirada hacia un país que fortalecer, hacia una cocina que todos llevemos con orgullo.
Entonces es inevitable reflexionar: ¡Qué poco sabemos de nosotros mismos! Somos lo que somos, nuestro país, así, con sus bemoles y sostenidos es mágico y es el mejor País. Carora y su gente me hizo repensar y retomar la decisión –ya tomada y emprendida– de seguir adelante con mi investigación, afinar la reinvención de mis recetas con los sabores de nuestro pueblo.
Seguir llevando nuestra cocina dentro y fuera del País. Aun tengo mis diferencias con la cocina caroreña, por eso he desarrollado mis propias versiones de sus platos, pero de esto hablaré más adelante.
Es tan corta esta vida, pendemos de un hilo, caminamos al borde del abismo, y lo menos que se me podría ocurrir es vivirla y dejar un legado. Trascendencia. Eso es.