Esta entrega es muy personal, familiar y humana, porque toda ella la dedico a una mujer claramente integral: toda una dama en su vida, una ciudadana profunda y activamente democrática y luchadora, siempre una Maestra sembradora de enseñanzas. Es la profesora Elba Nava de Rincón, amiga-hermana de todo mi afecto, respeto y admiración, cuya muerte es un motivo de dolor y tristeza para los zulianos, en general (nació en el municipio La Rita, estado Zulia, el 10-02-28) y para muchos venezolanos y estudiosos internacionales que la conocieron de cerca y pudieron valorar todos sus conocimientos y virtudes. Sus servicios educativos los prestó en las más diversas instituciones, entre ellas el Ministerio de Educación, la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Unesco.
Después de 85 años de vida plena su ausencia definitiva, desde el 15-10-13, deja en todos sus familiares, amigos, alumnos y compañeros de lucha política y magisterial bellos recuerdos de toda su variada gestión y del cúmulo de enseñanzas que sembró, con su amor, nobleza, dignidad, valentía y capacidad de servicio público. Ella y yo, desde nuestros 14 años, siendo condiscípulos en la entonces Escuela Normal Rafael María Baralt, de Maracaibo, abrimos el bello camino de la amistad-hermandad, extendida luego familiarmente.
Este merecido homenaje que hago a la memoria de la profesora Elba Nava de Rincón, siendo muy personal y familiar, lo asumo seguro de su extensión hasta cuantos supieron valorarla de cerca y recibir de ella todos sus aportes y enseñanzas.
Elba Nava de Rincón era tan corajuda, metódica, previsiva y segura de sí misma que previó y preparó todos los posibles efectos de su vida hasta sus últimos momentos. Incluso preparó y dejó previsto como católica convencida su propio Obituario inspirada en San Agustín, cuyas palabras hace suyas: “… No os dejéis abatir por la pena, queridos míos, mirad más bien la vida que ahora empiezo y no la que he concluido”. Viuda de su marido, el amigo José Domingo Rincón, hace unas tres décadas, prefirió mantenerle su lealtad absoluta. Así era ella y siempre fue así.
A sus dos hijas, que son como mis sobrinas, Elba Marina y Alba Milagros, a su hermano, el viejo amigo Vinicio Nava Urribarrí, a sus restantes hermanos, nietos, tíos, sobrinos, primos, ahijados, a la familia de “su Maestro de siempre, Nicolás Chirinos y demás familiares, amigos, discípulos y compañeros de luchas comunes, en nombre propio y de mi familia, la más sentida palabra de solidaridad en el dolor y la tristeza.
¡Paz a sus restos y proyección a su espiritualidad!