José Gregorio Hernández: 149 años de fe

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“Fue médico profesional al estilo antiguo; creía que la medicina era un sacerdocio, el sacerdocio del dolor humano, y siempre tuvo una sonrisa cariñosa para la envidia y una caritativa tolerancia para el error”.
De esa forma se expresó el doctor Luis Razetti, profesor y amigo, el día de la sepultura del doctor José Gregorio Hernández, de cuyo nacimiento se cumplen este sábado 149 años.

Durante los últimos meses el nombre del Siervo de Dios ha cobrado fuerza ante la inminencia de su beatificación, paso importante para ser elevado a los altares por la Iglesia Católica, aunque para sus devotos su sitial en el Cielo es ya un hecho.

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Por su parte, el doctor Salvador Córdoba, médico cirujano, quien fue su sucesor en la Academia de Medicina, dijo en una oportunidad: ¿Dónde hubo dolor que no aliviara, penas que no socorriera, flaquezas que no perdonara?, en su pecho generoso no germinó el odio ni el rencor. Apóstol de la medicina, obrero del bien, a todas partes acudió con desprendimiento increíble. Si alguna vez probó las amarguras de la deslealtad, pronto las desechó para no dejar huella que empañase la claridad de su espíritu y el recuerdo de sus actos”.

Cuando aquel 26 de octubre de 1864 nace José Gregorio, el segundo de los siete hijos de Benigno Antonio Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, en Isnotú, Trujillo, nacía quien en poco tiempo se haría sentir como una persona llena de sensibilidad, atento a las exigencias de los más necesitados.

De niño, huérfano de madre, en las tardes, se le veía sentado en las llamadas piedras grandes, en las afueras de Isnotú, recordándola como una mujer caritativa, religiosa.

“Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad”, decía.

Su maestro Pedro Celestino Sánchez, un maracucho muy apreciado en Trujillo, descubrió que José Gregorio había nacido para la ciencia e instó a su padre para que le enviara a Caracas a cursar estudios superiores, lo que hizo en febrero de 1878, con apenas 13 años, en compañía de dos amigos de la familia, en vapor, vía Maracaibo-Curazao-La Guaira, e ingresa en el colegio Villegas, regentado por el ilustre Guillermo Tell Villegas, quien de inmediato descubrió sus grandes cualidades.

Era normal que se le premiara con medallas de aplicación y conducta. Graduado como médico, a los 23 años, rechazó una oferta para ejercer en Caracas pues había prometido regresar a su pueblo a curar a los pobres, y así lo hizo.

Posteriormente retornaría a Caracas destacándose en cada una de las funciones ejercidas al punto de que al instalarse los teléfonos en la capital le asignaron el número uno.

Pero José Gregorio seguía llamado por la religión y en 1908 viaja a Francia e ingresa en la orden de Los Cartujos, donde asume el nombre de Fray Marcelo, aunque, aparentemente por el clima, su cuerpo no resiste y se ve obligado a regresar a Caracas, e insiste en hacerse religioso solicitando, sin lograrlo, ingreso en el Seminario Metropolitano.

La ciencia lo asume a plenitud hasta su muerte aquel 29 de junio de 1919, cuando regresaba de atender a un paciente y fue atropellado en La Pastora, en la esquina de Amadores, por el auto Hudson-Essex conducido por Fernando Bustamante. Llevado al hospital Vargas, no es atendido de inmediato por falta de médico. Luego llegó el doctor Razetti, pero era tarde, había muerto.

Fotos: archivo, Luis Salazar y Oswaldo Azuaje

Fuente: José Gregorio Hernández,
del doctor Miguel Yáber

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