Dólares y dividendos

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Tanto el Gobierno como el sector empresarial tendrían que abordar sin muchos rodeos el problema concreto del dólar paralelo, más allá de la opacidad del análisis macroeconómico, que se mueve en un mundo de cifras y categorías útiles para una cierta comprensión teórica de lo que ocurre, pero que no sirven para orientar la interacción entre los actores reales de la actividad económica. Los ángulos macroeconómico y econométrico deben estar vinculados a la perspectiva más amplia de la economía política, en la que están presentes con mayor relevancia los conceptos de clases sociales, salarios y ganancias.
El sector empresarial continúa sin hablar claro, sin ir al grano. Siempre hace referencia a los dólares que se requiere para la importación de los insumos necesarios para para la producción. Pero nunca menciona la demanda de dólares para convertir las ganancias en divisas. Esto es un asunto que no se puede ignorar, porque todo el mundo sabe que más allá de los “costos de reposición” del sector importador y del monto de la masa monetaria en circulación, bien sea emitida o no con respaldo, el empresariado venezolano ha tomado la decisión de convertir sus ganancias anuales en dólares o euros. Por lo tanto, busca que una porción de los 47 mil millones de ingresos en dólares que ha mencionado Nelson Merentes, le sirva a ese fin: convertir los dividendos en divisas.
Hasta hace unos pocos años esta operación se hacía por la vía de la llamada permuta. Ahora bien, como no hay una taquilla ni en Cadivi ni el Sicad para demandar dólares para depositar las ganancias en el exterior y sólo se hacen asignaciones para importaciones precisas, el mecanismo para la obtención de esa porción se realiza de otra manera: se procede a  una sobrefacturación o simplemente no se trae la mercancía. Por ejemplo, de los cien millones de dólares que se van a subastar esta semana, unos treinta posiblemente se van a quedar en el exterior, no vienen en materias primas o bienes finales.
Para cumplir  con este propósito algunos empresarios recurren a mecanismos ilícitos. Entre ellos está la creación, por parte de algunos bancos y agentes financieros, de las llamadas “empresas de maletín”. Éstas sirven para  pedir las divisas en Cadivi o el Sicad. Una vez otorgadas, éstas pasan a manos de los banqueros, para “proteger” sus ganancias anuales  y le ofrecen una parte al sector comercial y productivo para que también guarden sus dividendos afuera. Esas empresas de maletín, por lo general, no son de unos limpios o piratas, sino fachadas de grandes consorcios.
Para evitar todo esto, hay que comenzar por reconocer que el problema existe, sin ocultarlo tras la demanda de “dólares para importación”. Lo razonable sería una negociación Gobierno-empresarios, para fijar un tope y abrir una taquilla o rubro para la conversión de los dividendos en dólares.

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