La imagen del soldado al lado del tanque en un antes y un después de los acontecimientos, tiende a ser repetitiva a lo largo de la historia. La primera, en traje de combate con toda la actitud física y mental que ello implica, de frente a la manifestación de protesta. La segunda, cuando el dictador a quien apoyaban ha caído. No saben qué hacer, con las flores, globos, papeles, besos, que la multitud lanza en medio de la euforia. Después vendrán los reacomodos a sabiendas de la posibilidad de volver a jugar en el equipo contrario. Formados para la confrontación, su lenguajesiempre los delata.
Rememoro para decir que nunca me ha asombrado la ineficiencia militar en procesos educativos, culturales, deportivos, hospitalarios, incluso en las catástrofes naturales. Su relación con los civiles está signada siempre por el modo imperativo verbal. Lo que sí les reconozco es su gran eficiencia en la represión. De ello dan fe, los gobiernos militares latinoamericanos, cuya huella aún genera reflexiones sobre la relación entre el poder sustentado sobre las armas y la enorme inhumanidad que les acompaña. La operación Cóndor, en el cono Sur, nos sigue dejando perplejos ante la mecanización y justificación de la barbarie en la relación del ejército con los ciudadanos. Ni para que nombrar las que se encargaron en la URSS, de mantener a cada ciudadano en su sitio, desarrollando una eficaz maquinaria de lo conocido popularmente como el sapeo, la confinación y la deportación. Hoy, los chinos y los coreanos del norte siguen siendo muy eficaces. Situación que también ha servido para demostrar que el ser humano conserva intacta, aún en las peores circunstancias, la capacidad de imaginar.
Sin darle más vueltas a la manija, debo decir que no hay cosa que me parezca más inconstitucional y antidemocrática como la militarización de un país y la consecuente represión en cualquiera de sus formas y variantes. Y me indigna la exacerbación de las diferencias de ideas, pensamientos, e ideologías, especialmente cuando se hace con el fin de oponer vecinos contra vecinos, familia contra familia para obtener el apoyo sobre la base de lo peor de cada uno. Me refiero a la delación, directa o indirecta, la cual se establece en el artículo 10 del Decreto 458, que ordena la creación del CESPPA, cuyas siglas nutren la manía de llamar organismos, leyes, reglamentos, ministerios, con nombres larguísimos y siglas impronunciables.
Así, según el art. 10: “Los órganos de Seguridad, Defensa, Inteligencia, Orden Interno, Relaciones Interiores y otras instituciones públicas y privadas, que sean requeridas para el cumplimiento del objeto de este Decreto, estarán en la obligación de aportar toda la información requerida…”, información que según el art. 3, el CESPPA, “… solicitará, organizará, integrará, evaluará las informaciones de interés” asociadas a la actividad enemiga interna y externa”. Si Ud., se interesa por la Historia, le suena conocido lo de “enemigos internos y externos” ¿ Y de quién la obtendrán dichos organismos? De personas jurídicas y naturales. De ciudadanos comunes y corrientes. De conocidos y desconocidos. De sapos dispuestos a ser más sapos, de chismes de pasillos, de conversaciones telefónicas, de palabras de borracho, resentidos, calumniadores y siguüizes.Quienes utilizan la imagen de Chávez, olvidan que hace 6 años, comprendió en un mes, la inconstitucionalidad de una ley similar y la derogó.
¿Se imaginan rodando al Cesppa en un país de “bolas”? ¿ Se imaginan los criterios que guiarán el suministro de “la información oportuna y de calidad” del Cesppa al presidente de la República? ¿Y la aplicación del artículo 9 , que establece la potestad de quien dirija el citado organismo, de “…declarar el carácter de reservada, clasificada o de divulgación limitada a cualesquiera información, hecho o circunstancia”? La censura toma ahora una forma militarizada, le da un coletazo a los art. 57 de la Constitución Nacional, ése mismo que nos permite opinar de viva voz, por escrito y por cualquier medio de difusión sin censura, o del 58, el cual establece nuestro derecho como ciudadanos, a ser informados veraz , imparcial y oportunamente y actúa como si ya no existiera la Ley del Ejercicio del Periodismo, La ley de Responsabilidad de Radio y TV.
Y no hay cosa que me asuste más que la eficiencia militar en la represión. Que hoy se impongan por encima del poder civil, a la calladita, como si se tratara de una nueva manera de ejercer el poder, sin subordinación alguna a la presidencia, decidiendo tras bastidores lo que ha de hacerse. Asusta, especialmente si le creemos al presidente de la A.N., cuando afirmó palabras más, palabras menos, que Chávez era el único que les paraba las locuras. Allí estarán ahora, sin necesidad de tanques ni carreras entre gallos y madrugadas. Dispuestos a vigilar hasta el sueño y garantizar “su” paz y tranquilidad. Adheridos a la vieja tradición castrense de “Paz, familia y trabajo”, de estas tierras y de otras allá y acullá.
Las voces de Penélope – De expresioens y represiones
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