No lo podía creer, cuando mi vecino me dijo que lo hizo, en principio pensé que era una broma, pero cuando me dijo que siempre había soñado con hacerlo, tomar el teléfono, llamar, escuchar esa voz al otro lado, ese contacto ajeno, que te escucha, te pregunta, cerrar los ojos y trasladarse a otra parte y fijar el pensamiento en ese objeto del deseo… No sé, le miraba los ojos y veía en él una emoción, una cara de satisfacción de adolecente, y en mi mente por un breve momento, sentí esa envidia sana que se tiene cuando se identifica una situación agradable que se ha vivido, sin embargo traté sin éxito de encontrar en algún lugar de la caja de los recuerdos, esa sensación de felicidad después de una llamada.
Mi vecino es oficialista y aunque es buena gente -supongo que lo será hasta que lo obliguen a señalarme como enemigo de la patria– ya hace algún tiempo que me había confesado su obsesión con la china de la esquina, una fantasía muy asiática, la cual canalizo con esa llamada que tanto lo excitó, llamo al 0-800 Sabotaje. Cual voyerista, mi vecino pasaba todas las mañanas por el comercio, buscando que su objeto del deseo le practicasen ese tipo asfixia, que la hiciera gemir, aunque sea económicamente, y la perturbara, sin ningún éxito en la piel, pero sí en la psiquis.
Sonó mi timbre, era él, presuroso me comentó que unos uniformados estaban a que la china y que si quería, fuéramos hasta allá, quizás sacarían productos de primera necesidad y los venderían a todos en cantidades abundantes, tuve que negarme, parecía un enajenado, le pedí que se calmara, pero fue en vano, y así, sudoroso pero sonriente, partió sin mí hacia su destino de placer, pasaron cuatro largas horas de ese sábado, cuando lo vi de regreso, con dos latas de atún en una bolsa, ya no tenía en su rostro una sonrisa y su caminar semejaba a quien regresaba de cruzar una parte del desierto, salí a su encuentro más para consolarlo, que para saber lo ocurrido, me contó que los uniformados cerraron el local, la gente se aglomeró afuera y mientras unos hacían una exhaustiva revisión, otros discutían con la comerciante, luego de un tiempo la reunión se trasladó al fondo del supermercado, donde mi vecino, a pesar del esfuerzo no podía ver ni oír nada, al final me dijo: Salieron como si nada, no había leche, papel, harina, jabón, nada y para no perder el viaje compre algo, el no me lo conto, pero sé que también le quería ver el rostro a la china.
Luego de unos días y pensando en aquel episodio, recordé “El procedimiento” porque se me hizo pasar en el aeropuerto internacional de Maiquetía, donde luego de llamarme por altavoz, se me condujo al área de equipaje a nivel de la pista, para revisar y oler pieza por pieza mi equipaje, así que pensé, esto también es un tipo se sabotaje y decidí llamar al número donde se puede acusar, alquile un teléfono en una esquina poco transitada, nadie me contestó, entonces llame a Maiquetía pregunte donde puedo hacer una denuncia, me pasaron con una mujer con acento francés y sin mediar, le dije que revisaran el proceso de revisión de maletas, ella me decía, esto es Air France, quien llama? Me sentí descubierto y corte la comunicación.
Nunca sentí la excitación de mi vecino al llamar, pero a los días, me embargo la satisfacción al saber del decomiso de 1.3 toneladas de cocaína en París, después de todo hay saboteo, y no lo hace la china de la esquina.