En Venezuela se acabó desde hace una década todo vestigio de tolerancia, esa forma de ser del venezolano afable, amable, cordial, agradable fue trastocado por un discurso desestabilizador y de guerra que se incoó en los tuétanos de unos resentidos que llegaron a gobernar para exacerbar una supuesta lucha de clases que se había terminado en el país en el siglo XIX y que no se corresponde con nuestro mestizaje.
No importa que nuestras ciudades dignamente se reconozcan como San Cristóbal la de la cordialidad, Mérida la de los caballeros, Barquisimeto la de los Crepúsculos, Maracaibo la tierra del sol amada o Caracas la sucursal del cielo, hoy algunas de las aquí nombradas, no es para desestabilizar que lo digo, están entre las 50 ciudades más peligrosas de América y de eso no hay responsabilidad.
Es que al momento de buscar responsables, siempre hay a quien echarle la culpa. El grupo que gobierna al país como su hacienda particular desde hace 15 años, es decir 3 lustros o quinquenios del período civil de nuestra democracia, siguen achacándoles sus errores al pasado, como que sí su periplo gubernamental no fuese también pasado.
Haciendo un ejercicio mental, es como sí Carlos Andrés Pérez comenzando su segundo período presidencial (1989–1993) hubiese culpado del Caracazo al gobierno anterior de Carlos Andrés Pérez que nacionalizó el petróleo en 1976. Es que nadie en su sano juicio se le ocurriría tal cosa, pero sabemos que juicio es lo que escasea en esta Revolución.
En días recientes la pianista venezolana Gabriela Montero le tocó vivir la intolerancia en un concierto en Brasil. Intolerancia al arte por plasmar en su obra para piano y orquesta “ExPatria” que la violencia y la corrupción tomó al país por asalto, que hay una inmensa mayoría de compatriotas que lloran por no poder decir en público como se ha perdido la patria por una involución, que un camionero ahogándose en su propia sangre no importa frente al saqueo de la mercancía que transportaba, que la política corrupta, deshonesta y que sirve a los interés de aquellos que se están enriqueciendo solo ha producido más miseria.
Eso generó improperios y ataques de un tarifado en Brasil. La audiencia y la orquesta se solidarizaron con ella. Ella valientemente ignoró al desadaptado y trató de comenzar su “Expatria” y ante el saboteo del sátrapa, se levantó del piano y le espetó desde el fondo de su alma y corazón “yo soy venezolana y sé exactamente lo que estoy diciendo y por qué lo estoy diciendo”. Hay quienes dicen ser presidentes, comandante en jefe, primer magistrado y hasta esposo de la primera “combatienta”, que ni siquiera pueden demostrar sus orígenes y menos gritarlo a viva voz, sin que le salga el acento cubano o sus ancestros colombianos.
El que Montero se sintiese execrada como lo fueron en su época Serguéi Rajmáninov quien nunca pudo regresar a su Rusia natal por culpa de una revolución, o Frédéric Chopin quien saliendo de su Polonia para perfeccionar su arte, lo más cercano que estuvo de su tierra fue aquella que llevó en una copa de plata, regalo del día de su partida, o Serguéi Prokófiev uno de los compositores rusos más prolíficos del siglo XX quien fue acusado de “formalista” y censurado por su poco realismo socialista, lo que conllevó que su esposa Lina Prokófiev fuese enviada a los gulag hasta la muerte de Serguéi, al ser acusada de espionaje por visitar a las embajadas, pareciera ser los signos de esta revolución, socialista, trasnochada, periclitada y caduca.
De seguir por esa vía dentro de poco debieran acusar de agentes extranjeros a todos los deportistas que se acercan a la embajada americana a solicitar la visa para jugar en el mejor beisbol del mundo, a los miembros del PSUV que abjuran del imperio pero corren prestos a fotografiarse con el mayor símbolo del consumismo norteamericano Mickey Mouse, a los miembros de la familia presidencial, la anterior y esta, que con su cupo de Cadivi hacen de las suyas en los mercados capitalistas del mundo, bien sea en Shangdong, París, New York (esta quedó para después) y a todos los que dominen esa perversión de idioma universal que es el inglés, no vaya a ser que por esa vía se fragüe la conspiración.
Como dice el cantante dominicano Juan Luis Guerra en su canción “La Guagua”, en Venezuela tenemos que tirar la palanca y enderezar el rumbo, porque vamos en reversa. No es la 4ta, ni la 5ta, es la reversa. Gracias a la aldea global de Marshall McLuhan, todos sabemos que es la guagua y quien está manejando en reversa… rumbo al precipicio.
Llueve…pero escampa
@yilales