Muy cerca de la Catedral Metropolitana, en el sector La Estación, se encuentra la Escuela Bolivariana Dr. José Gregorio Hernández. Parte de su estructura física formó parte alguna vez del terminal de trenes del emblemático Ferrocarril Bolívar, que antiguamente comunicó a la capital de Lara con la localidad costera de Puerto Cabello.
Hoy día, los espacios de esta céntrica institución educativa se encuentran sumidos en la desidia. Sus paredes, mobiliario, áreas deportivas y de recreo, aguardan con paciencia estoica por un milagro de su epónimo, pues la debida atención gubernamental hace mucho tiempo que no aparece.
Junto a la cancha existen unos árboles viejos de gran tamaño, cuyas raíces levantan el asfalto y amenazan con afectar las bases de la planta física. La profesora Ana Hermoso, docente de aula del plantel, señaló que en las copas de los árboles habitan gavilanes, lo cual representa un peligro para quienes hacen vida en la institución.
“En muchas oportunidades, estas aves han atacado a los niños, docentes, representantes y a los habitantes de las comunidades cercanas. Una comisión del Ministerio de Ambiente, encabezada por la ingeniero Yuleida González, determinó tras una inspección realizada el 3 de julio de 2012, que los árboles debían ser podados”.
Apuntó que varios niños han resultado lesionados al tropezar con las raíces, durante las horas de recreo y de educación física. Además, muchas ramas están a punto de caerse, lo cual representa un factor de riesgo adicional.
A un lado de la cancha permanecen montañas de escombros. Según comenta Hermoso, estas sirven como guaridas donde se ocultan animales dañinos, como cucarachas, ratones e incluso serpientes.
Otro problema que padecen en el plantel es la escasez de mobiliario, principalmente sillas, por cuanto la mayoría de ellas se encuentran deterioradas. “Subsisten algunas porque nosotros mismos las reparamos, pero los representantes se han visto en la necesidad de traernos sillas de plástico”.
En el comedor también escasean las sillas y las mesas, situación que obliga a distribuir a los 500 niños de la escuela en tres turnos, a fin de poder alimentarlos a todos. Las madres procesadoras denunciaron carencia de insumos y “sueldos de hambre”.
En la noches, funciona en la misma instalación una escuela de artes y oficios. Además, la Zona Educativa utiliza un área aledaña a la dirección del plantel para labores administrativas. Junto a un patio sucio y en desuso, una pared derrumbada deja ver un depósito de muebles desvencijados y equipos de computación obsoletos.