El tema lo ha sugerido el propio Nicolás Maduro. Ha dicho que Estados Unidos prepara un gobierno de transición. E incluso se atreve a sugerir el nombre para encabezarlo. Atribuye la sugerencia a los norteamericanos a manera de unirnos contra el intervencionismo, pero ya la cuestión está en los partidos, federaciones de empresarios y sindicatos, cuarteles, universidades, iglesia, en la prensa. No por mucho madrugar amanece más temprano, dice el refrán.
No podemos llamarnos a engaño, la democracia venezolana está enferma en el hospital. Hacen falta salidas. Una es la transición. De las experiencias extranjeras de este tipo de pasajes en el ámbito político, como la transición española de 1975 a 1983, la portuguesa de 1974 a 1975 y la chilena de 1988 a 1989 podemos extraer enseñanzas. Sería necesario igualmente examinar las transiciones venezolanas de 1936 y 1958. El tema hube de tratarlo como ponente en diciembre de 1979 en Madrid, en la Universidad Complutense en una Mesa Redonda sobre “Transición del Autoritarismo a la Democracia”.
Vivimos una anarquía. Hay un ambiente de descomposición total. No hay control de precios. Un país golpeado por una crisis alimentaria, que no dispone de dinero para pagar su deuda externa, no puede seguir gastando en armamentos y en préstamos a potencias. Problemas en las cárceles, robos en las iglesias, universidades, hospitales. Protestas sindicales en todo el país. Desabastecimiento, corrupción, tabú sobre actuaciones penales del Estado. Distanciamiento con los Estados Unidos que nos abastece de repuestos y compra el petróleo de contado.
Ante la alternativa de la resignación o la revuelta, el camino más corto y sin violencia desgarradora es la transición. Inevitable. Necesidad de empezar a encontrar las personas del partido oficial, oposición, militares, iglesia, empresarios y trabajadores y de la sociedad civil, que puedan hallar la salida. Tenemos el record mundial de que en un año, 1958, se derrocó la dictadura, regresaron los exiliados, se reconstituyeron los partidos políticos y los sindicatos, se creó un nuevo Consejo Electoral, hubo campaña electoral y el 4 de diciembre teníamos electo el nuevo presidente.
En esta oportunidad no sabemos cuánto tiempo puede durar la transición. El límite será aquel que haga falta. En Ciencias Políticas, David Easton y Jack Denniss, autores conocidos, en su libro “Niños en el Sistema Político”, formulan las etapas de este proceso: sensibilización, personas, autoridad, institucionalización.
El gobierno de Nicolás Maduro carece de legitimidad del poder y su legalidad está cuestionada no solo por factores de esclarecimiento de la voluntad popular en torno a su elección, sino por los inherentes a su persona, que tienen que ver sobre el origen de su nacionalidad. Se trata de un gobierno unipersonal, de una camarilla que rodea al mandatario.
Ha finalizado la bonanza que mantuvo en el poder a Hugo Chávez, finanzas públicas que administró como si los beneficios del precio petrolero fuesen a durar para siempre. Un silencio caviloso envuelve a todo el país que nos hace creer que el pueblo está resignado, pero la tapa está por saltar.
No es de extrañar que Maduro presienta que quien lo pueda sustituir sea María Corina Machado. Se trata de una mujer preparada y en un tiempo donde las mujeres están dando la hora: Merkel en Alemania, Rousseff en Brasil, Chinchilla en Costa Rica, vuelve la Bachelet en Chile para solo citar unos ejemplos. Hasta el Papa Francisco está exaltando el papel de la mujer en la sociedad.
La proposición de la transición viene de la provincia. Le dijimos a Capriles que constituyera un gobierno alternativo y los iluminados de Caracas, no le pararon a la propuesta. Estamos cansados de ser “soldados”. De qué nos sirve ser una mayoría silenciosa y tímida. Tenemos que salir sin vacilaciones a votar el 8D masivamente otra vez y darle a esa elección el carácter del plesbicito. Esa será la última salida pacífica a este descalabro.