Políticas del Gobierno acabaron con la producción agrícola

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En el curso de los últimos días han  sido cuestionados los planteamientos formulados por el ministro de  Agricultura y Tierras, Yván Gil,  sobre los proyectos que tiene su cartera.

El funcionario ha hablado, entre otras cosas, de importar vientres lecheros, entrega de equipos y tanques de enfriamiento para las fincas, relanzamiento de un plan de semillas, reactivación de empresas ganaderas, traer genética cárnica y bajar las importaciones en 90 por ciento.

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A esas promesas han surgido preguntas inquietantes: ¿dónde están y cuál ha sido el resultado de más de 40 mil vientres importados en los últimos cuatro años desde Brasil? ¿Quiénes los han seleccionado y cuál es su verdadero costo y el valor de la importación? ¿Qué organismo ha certificado la genética y calidad?

¿Cómo funcionarán los tanques  de enfriamiento si no hay electricidad? ¿Cómo se podrá sacar la leche “fría” si no hay vías de comunicación adecuadas?

¿Cuántos planes de semilla se han hecho y cómo han sido invertidos los recursos? ¿Se ha hecho una evaluación de las empresas ganaderas en manos del gobierno?

¿Cómo se habla de traer genética desconociendo los estudios que se han venido haciendo en el país?

¿Se puede bajar la importación cuando hay decenas de barcos esperando ser descargados en los puertos principales del país?

Hay detalles importantes que evidencian que el Ejecutivo Nacional no ha tenido una política hacia el campo, sino que ha improvisado y las consecuencias han sido negativas. Los productores y empresarios  coinciden en que se están favoreciendo los países que nos suministran los alimentos, mientras se perjudican a los nacionales y, al mismo tiempo, no será posible bajar la inflación, ni lograr que la producción nacional se pueda recuperar progresivamente y, desde luego, seguirán las colas a las puertas de los establecimientos donde se expenden los rubros de mayor demanda y necesidad.

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De ayer a hoy

La producción nacional hasta 1960 había estado fundamentada en  cacao, café, en algunas especies de  tubérculos y leguminosas, naranjas, oleaginosas (como ajonjolí), maíz,  y luego arroz y sorgo fueron incorporándose progresivamente, transformando  toda la superficie susceptible de ser productiva en el país, dice el profesor  de Historia Pedro Pablo Alcántara, exmiembro de la Comisión de Agricultura de la Asamblea Nacional.

La actividad agrícola de mayor impacto  se puede situar desde mediados del gomecismo cuando desaparecieron las confrontaciones y la agricultura extensiva fue tomando pie, permitiendo desarrollar ganado que inicialmente era para carne y posteriormente se introdujeron  algunas especies para leche, así como la formación del ganado Carora,  que es de doble propósito,  con adaptación a los climas tropicales.

La diversificación comenzó a partir de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, cuando se desarrolla una serie de nuevas estrategias en el campo de la agricultura: mecanización, construcción de vías de penetración,  electricidad,  agua de pozo para los riegos,  agua potable,  dispensarios, escuelas; es decir, se trató de aprovechar todos los espacios agrícolas de manera progresiva, tanto los que estaban en manos privadas como los que fueron recuperados por el Instituto Agrario Nacional y convertidos en asentamientos  campesinos, además  de programas agrotécnicos y otras formas de iniciativas que fueron  estimulando no solamente el aumento de la producción, sino también la aparición de grandes cadenas de supermercados y almacenamiento de productos para que éstos llegaran de manera fresca a manos del consumidor.

Ese impulso se convirtió en una política sustentable, expresa. Quizá los que menos estímulos recibieron fueron el café y el cacao; sin embargo, en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez fueron creados los fondos para ambos rubros, los institutos para el fortalecimiento crediticio y la asistencia técnica, así como todos esos sistemas que tuvieron sus altos y bajos, porque la agricultura tiene una gran debilidad como es el problema climático, de los cultivos cíclicos y de repente las siembras pueden arruinarse por sequía o por abundancia de agua, o aparición de plagas.

 

Grave error

El gobierno ha destinado colosales cantidades de recursos, pero en base al criterio de traer del exterior, porque allí es donde está el verdadero negocio de los capitanes de esta revolución, en el aprovechamiento del dólar barato, que ha permitido la creación de la boliburguesía. En la práctica hemos visto cómo merma la superficie agrícola sembrada y que aumentaba en productividad. Hay previsiones para que se importe hasta legumbres, hortalizas y flores cuando en Venezuela  no sólo se producían esos rubros, sino que existía  una tendencia cada vez más sostenida para desarrollar esos potenciales que son producto de un clima privilegiado.

Este es un problema de los consumidores, asienta Alcántara. Cada vez que vayan al supermercado de su preferencia, a Mercal o a cualquier mercado entenderán que la razón fundamental por la cual los precios se escaparon no es otra que la destrucción previa del sistema productivo, la inversión desorganizada y la presencia cada vez más masiva de una agricultura de puertos, basada en importaciones.

La salvación que hizo Hugo Chávez a la empresa productora de leche, Sancor, de Argentina, a la cual se le invirtió 135 millones de dólares para que los pagara en doce años mediante la entrega de 15 millones de toneladas del producto procesado, desde el 2007 en adelante. En el 2008 suministró 3 mil toneladas y en el 2012, 7 mil toneladas. Es difícil que en los cuatro años que faltan pueda entregar  más de 14 millones y medio de toneladas.

También podría citar el caso de la soya, que es un producto de relativa introducción en el mercado venezolano. Justificándose el colapso agrícola en el renglón, se señala que algunas de las importaciones no vienen debidamente certificadas de los países de origen, especialmente Brasil.

Aquí se ha generado un espacio de oportunidades para una boliburguesía privilegiada, vinculada al gobierno, para que se ocupe de desarrollar importaciones para ese grupo y no para los legítimos estimuladores de la producción que son, lógicamente, pequeños campesinos, medianos y grandes productores que desarrollaron iniciativas  extraordinarias, que debieron ser apoyadas para que Venezuela alcanzara, en algunos rubros, el autoabastecimiento y en otros, a la búsqueda de la sustitución de importaciones.

En estos quince años solamente ha habido ligeros repuntes en la producción de maíz, arroz y sorgo; pero, esos rubros volvieron a caer.

Si bien Venezuela en el pasado importaba maíz y parte del sorgo, el crecimiento de la superficie sembrada hasta los años noventa fue progresivo en Guárico, Portuguesa, Anzoátegui, Monagas, Zulia, Barinas y Lara.

Todos esos rubros han venido cayendo como lo han venido reportando no solamente las cámaras de productores y lo hizo hasta su expropiación Agroisleña, porque para poder dar créditos se pedía que hubiese afiliación a las asociaciones productivas.

Esos horizontes fueron desplazados por la desaparición de los rubros en las superficies de siembra y el aumento del volumen de importaciones.

Aunque no hay cifras confiables, extraoficialmente se sabe que el año pasado fueron importados el 56 por ciento de los alimentos que se consumieron en Venezuela, lo que representó 8 millardos de dólares.

Hay que hacer hincapié en un detalle: para el año 1990 la población estaba estimada en 22 millones y hoy se habla de que somos 30 millones. Pero, en líneas generales, las importaciones subieron al 63 por ciento de bienes y servicios de todo tipo de origen agrícola, especialmente vacunas y equipos.

Hoy se importa pollos y mortadela de Brasil, carne de este país, Argentina, Nicaragua, Paraguay y, ahora, con la famosa línea de crédito de los 600 millones de dólares de Colombia que serán pagados con bonos de PDVSA, también continúa el flujo de importaciones de carne, leche e incluso, legumbres.

La tendencia ascendente de los precios indica que no está llegando suficiente producción a los consumidores para lograr que los precios bajen y la consolidación de la inflación ya está bordeando el 50 por ciento.

 

 

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