Paz y tolerancia

El Observatorio Hannah Arendt creò el Premio Bienal Hannah Arendt a la promoción de la paz y la tolerancia, y el jurado lo confirió con toda justicia a Luis Ugalde S.J., cuyo magisterio en largos años de fecunda rectorìa de la Universidad Catòlica sigue proyectándose socialmente en sus artículos, conferencias, entrevistas, serenas y ponderadas opiniones tan bien pensadas como sòlidas en contenido y respaldo y, permítaseme agregar, su vida como párroco de una comunidad trabajadora y optimista en una remota iglesita de La Vega, a la que para llegarle hay que trepar cerro arriba hasta lo último. Otros catorce venezolanos fueron postulados para el galardón, entre ellos nuestra Nelly Cuenca de Ramìrez, por su trabajo incansable a favor de la mediación y la solución alternativa de conflictos, reconocido dentro y fuera de Venezuela. La entrega fue el domingo pasado en la Universidad Metropolitana, en un acto sencillo, sobrio.
De la promoción de la paz y la tolerancia debemos preocuparnos y ocuparnos. Venezuela se nos està poniendo demasiado violenta. La violencia del delito y la injusticia es abrasadora, y la agravan la impunidad y esa sensación prevaleciente de que el Estado es impotente frente a ella. Pero hay otra violencia metida en el cuerpo nacional por puro interés de poder político, inyecciones de violencia potencial disuelta en desconocimiento del derecho ajeno a existir. Ante ella protestò la barquisimetana Mariana Rondòn al recibir la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastiàn, “Hemos perdido los sitios de encuentro” y le cayeron encima. Traidora, malagradecida, mezquina y le echaron en cara que sus películas las pagaba el gobierno a través del CNAC y la Villa del Cine, como si ese dinero fuera propiedad de quienes lo administran. Perdieron los gobernantes una notable oportunidad de decirnos fìjese que aquí se respalda a los cineastas sin importar sus opiniones, pero prefirieron mostrar un primerísimo primer plano de su intolerancia.
Resulta que en Venezuela està prohibido hablar de intolerancia, y también atreverse a criticar la ejecutorias del difunto, que estuvo catorce años en el poder y se sentía con derecho a agredirnos a todos cuantas veces quisiera, un derecho que el actual cree haber heredado y lo ejerce con màs asiduidad y muchísima menos gracia e imaginación. Està prohibido hablar de eso, como està prohibido a los medios hablar de escasez, porque es propaganda de guerra. Y la escasez anda de boca en boca, no porque los medios hablen de ella, sino porque escasean productos que la gente necesita y quiere comprar. Pero no se puede hablar de escasez tampoco. Parece que es obligatorio hablar de lo que el gobierno quiere que hablemos. Por ejemplo, de sus logros inmensos. Y se queja constantemente, a través de los medios, el responsable del gobierno de que los medios no muestran todas las cosas maravillosas que hace por nosotros. La verdad es que cuando a la gente le preguntan por lo que le parece mejor en el gobierno de Maduro, cuatro de cada diez responde que “Nada”, uno contesta que sigue el legado del difunto y no llega a uno el que dice “el gobierno de calle”, que en realidad es “gobierno de càllese”, porque no les gusta que la gente hable de sus problemas, de lo que preocupa, de lo que interesa.
Los problemas de Venezuela son muchos y cada vez màs grandes, no los vamos a resolver ignorándolos y tampoco ignorándonos. Porque son problemas de todos, que afectan a todos, y todos hacemos falta para encontrarles solución.
La paz y la tolerancia que nos hacen falta no suponen que todos seamos igualitos, que pensemos igualito sin la màs mínima diferencia. Al contrario. Es porque tenemos diferencias, algunas muy serias, que tenemos que estar dispuestos a dialogar, a convivir, para poder progresar.