La joven paquistaní Malala Yousafzai, que sobrevivió hace un año a un atentado de los talibanes por su campaña para la escolarización de las niñas, instó el viernes a sus agresores a escucharla antes de matarla.
«¡Mátenme, pero antes de matarme, escúchenme!», imploró la joven de 16 años en Washington, donde llamó a la comunidad internacional a hacer de la educación su prioridad.
Durante un debate público con el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, al margen de las reuniones de otoño del FMI y el BM, la adolescente dijo que las organizaciones internacionales deberían «hacer de la educación la prioridad número uno».
Este enfoque implicaría combatir al mismo tiempo el trabajo infantil, el tráfico de niños, la pobreza y el sida, argumentó.
El Banco Mundial ha dado un primer paso el viernes, anunciando una donación de 200 millones de dólares al «Fondo Malala» que la joven paquistaní creó para apoyar la educación de las niñas en todo el mundo.
Malala, cuyo nombre era mencionado para el Premio Nobel de la Paz, no dejó transparentar decepción alguna luego de que el preciado galardón fuera otorgado el viernes a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) .
En un comunicado emitido ese mismo día, la joven felicitó a la organización por este «merecido reconocimiento».
Preguntada el viernes por las razones de su activismo, Malala dijo haber aceptado «esta vida intensa por una sola razón: el derecho a la educación de todos los niños».
La adolescente sobrevivió a un ataque de los talibanes dirigido específicamente a ella el 9 de octubre de 2012 en Mingora, Pakistán, donde los insurgentes impusieron su versión radical de la ley islámica, entre 2007 y 2009.
Desde entonces, Malala se convirtió en activista internacional por el derecho a la educación y contra el extremismo religioso, expresándose particularmente en el foro de las Naciones Unidas.
El jueves la joven recibió el prestigioso Premio Sajarov del Parlamento Europeo.