Cuando Mariano Picón Salas contrató a Ángel Rosenblat para que se radicara en Venezuela como profesor de castellano y latín, nunca se imaginó que llegase a fundar la Cátedra de Filología de la Universidad Central y dirigir el Instituto de Filología Andrés Bello de esta casa de estudios, desde donde aportó e investigó sobre los usos y la forma de hablar de los venezolanos.
Cuando Rosenblat era consultado sobre los orígenes del nombre de nuestra tierra, opinaba que no había duda de que Venezuela era un diminutivo de Venecia, porque la idea, aducida como origen del nombre, de que los palafitos sobre el Lago Maracaibo les hicieran recordar a los descubridores a Venecia, parecía verdadera.
Aunque si nos vamos a la fuente del idioma nos encontramos que el sufijo “uela” no es solo un diminutivo, también asume con algunas palabras un valor desdeñoso: se usa en compuestos despectivos como mujerzuela, escritorzuelo, bestezuela, ladronzuelo.
Saber si el cartógrafo italiano Américo Vespucio al ver los palafitos sintió nostalgia por la antigua Venecia o sí por el contrario fue con desprecio que lo comparó, no es lo importante, más allá de la carta que escribiera a Piero di Medici, lo valioso es que la idiosincrasia del venezolano permitió que la libertad e independencia de América fuese una realidad.
Al nacer el Libertador Simón Bolívar la Capitanía General de Venezuela tenía apenas 6 años de creada, éramos parte del Reino español y por consiguiente súbditos del rey, es decir nació bajo el gentilicio español y de no haber sido por la disolución de Colombia, el hubiese muerto colombiano, aun así eso no impidió que se alzase en armas, usase sus propios bienes de fortuna y no descansara hasta llevar la independencia más allá de su terruño.
Paradójicamente sus herederos, los que fueron llamados por mano del creador a continuar la segunda independencia, los únicos que entendieron el pensamiento bolivariano y lo pudieron concretar en acciones de gobierno, los que reivindicaron la ignominia de las traiciones sufridas por el Padre de la Patria desde 1830 hasta 1998, han sido los que han destruido su mayor sueño.
Cuando el Comandante Eterno, otro oxímoron eso de la eternidad finita, comenzó a gobernar lo hizo con un discurso que apuntaba en un sentido y con acciones que señalaban en otro. Lo importante era mantenerse en el poder y para ello debió aliarse con lo más prehistórico de la política mundial: Fidel Castro.
El régimen castrita cuando ha puesto interés en alguna parte del orbe, ha actuado como en esas películas en que unos invasores extraterrestres quieren llevarse los recursos del planeta para garantizar la vida de su propia especie. En el celuloide y en el mundo real unas sanguijuelas.
A cambio de petróleo regalado nos han dado médicos que no lo son con lo cual reaparecieron las enfermedades endémicas erradicadas durante los gobiernos civiles de la democracia; han suministrado entrenadores deportivos que no deben ser de los mejores porque, con algunas excepciones en individualidades atléticas, no somos una potencia mundial o regional en esa materia; en el área de la electricidad han suministrado plantas eléctricas, bombillos, hasta un militar, Ramiro Valdés, experto en represión pero no en generación, por lo que seguimos viviendo un oscurantismo, no solo gubernamental, sino en nuestro diario vivir; se han involucrado en la cedulación, los registros y notarías, la seguridad y defensa, la industria petrolera, las comunicaciones y la distribución de alimentos y en todos esos rubros registramos los peores índices del continente.
Cuando Cuba no tenía más que ofrecer, les enviamos un presidente y devolvieron un cadáver insepulto (según el mayor general Jacinto Pérez Arcay), entonces el hijo putativo decidió buscar a quien entregar el país.
Es así como Nicolás Maduro decidió que para mantenerse en el poder debía hipotecar el futuro de los venezolanos a los chinos, entregándoles reservas petroleras, construcción de infraestructura, explotación minera y compra de productos manufacturados, a cambio de dólares frescos para la crisis y la campaña electoral que se avecina.
Bolívar lucho por hacernos libres, sus “herederos” por esclavizarnos. Razón tiene el profesor Alexis Márquez que lo peyorativo de “zuela” no está en el sufijo, sino en el primitivo del que deriva el nombre, bien sea, Cubazuela o Chinazuela.
Llueve… pero escampa
@yilales
Llueve… pero escampa – De Cubazuela a Chinazuela
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