La aventura de vivir es una actividad consciente; ¡que lo diga Mario Melfi, italiano, de quien me he hecho amigo, y mire cuanto cuesta a mis valores otorgar esta denominación! Mario es un ejemplo para nuestro país. es un hombre practicante de todos los valores positivos que demanda ¡a gritos! la desmoralizada sociedad.
Mario llegó a Venezuela de su entrañable Italia, no como emigrante, Dios conoce cuánto hubo de hacer para costearse el viaje. Probablemente vino en un barco italiano y a nuestro puerto arribo un buen día que doraba de gris. ¡Cuántas ragazzas entonces florecidas en sus tiernos años suspiraron en su partida; alguna hubo de gemir la orfandad de sus besos.
Había finalizado la segunda guerra mundial y Mario, adolescente, sus hermanos se los había llevado la guerra, fiel acompañante de su padre, observó que su progenitor tenía dificultades para llevarse el vaso a la boca; su respuesta a esa pena -«voy ayudar a mi padre». Desde entonces trabajando con su padre asimiló un buen fundado aprendizaje, que ha sido su capital y su título para la aventura de vivir
Inicialmente en Venezuela experimentó realizando muchos trabajos, siempre con la rectitud como norte. Trabajó para una pareja de italianos que tenían una ragazza que se enamoró locamente de Mario cuya filosofía: «antes de los cuarenta debo haber logrado una buena fuente económica» y, por ello prefirió abandonar el trabajo. Esta filosofía la ha inculcado a los hijos.
Con una ragazzina venezolana que ha sabido corresponderle en dignidad, con ella ha formado su familia y su hogar.
Fue el primero y el único individuo que tuvo la responsabilidad, en la época del «General», corría la década del cincuenta, de recibir en custodia una lujosa habitación en el Humboldt, en el entonces «cerro El Ávila». El responsable de la obra lo llamó y le dijo: – «Mario, tu eres el único hombre de los que trabajan conmigo de quien tengo confianza. Aquí tienes esta habitación toda amueblada y con baños aún sin usar; es la habitación del general. Vas a ganar buena plata ( entonces todavía se podía hablar del argentino metal) por cuidar de ella. El general y tú serán los únicos que podran poner sus posderas en sus muebles y sus baños».
Mario, ahora, es mi vecino y mi amigo; pero Mario no olvida su vida rural y sembró en su casa una parra que atiende y que produce todos los años dos buenas cosechas con el producto de las cuales elabora artesanalmente un buen vino italiano que en animadas reuniones familiares todos disfrutan.
Lectura – Mario Melfi
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