Estados Unidos y los países de América Latina precisan encontrar un terreno común como el comercio o la cooperación energética para recomponer sus relaciones políticas, deterioradas en la última década, coinciden analistas.
«Este año debía ser el momento de un esfuerzo estratégico (por parte de Estados Unidos) para recapturar parte de la cooperación con América Latina, que ha estado languideciendo», dijo a la AFP Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas.
En cambio, añadió, el escenario actual es «decepcionante».
Este «esfuerzo estratégico» se desinfló por varias razones, incluyendo la prioridad que en su momento el presidente estadounidense Barack Obama otorgó a otras regiones del mundo, en especial el Medio Oriente y Asia.
«También hubo un embelesamiento (latinoamericano) con China, visto como una alternativa con otras oportunidades. Y creció el sentimiento de que la región podía evitar ser tan dependiente de Estados Unidos», apuntó el experto.
Para el académico James Ferrer, quien ocupó altos cargos diplomáticos en la embajada estadounidense en Brasil, las actuales relaciones con América Latina «están en este momento, en realidad, tan malas como siempre han sido».
Si bien países como Chile, Perú, Colombia y México tienen «una relación muy fuerte y un diálogo excelente con Estados Unidos, el gran cambio en este momento es el deterioro de las relaciones con Brasil», dijo Ferrer a la AFP.
El reacercamiento que no fue
Obama envió a inicios de 2013 a su vicepresidente, Joe Biden, a Brasil para invitar a la presidente Dilma Rousseff a realizar una visita de Estado a Washington, visita que quedó agendada para el 23 de octubre.
Este gesto fue cuidadosamente preparado para marcar el inicio de una nueva fase en las relaciones de Estados Unidos con América Latina, invitando al gigante sudamericano y la otra gran economía del continente.
Con esa reorientación hacia América Latina, Obama esperaba poder retomar el diálogo con un país clave del Mercosur y un interlocutor privilegiado con los países más críticos de Estados Unidos, como Venezuela, Bolivia, Argentina y Ecuador.
Sin embargo, revelaciones filtradas a la prensa por el ex analista de inteligencia estadounidense Edward Snowden dejaron en evidencia una gigantesca red de interceptación telefónica y electrónica en Brasil y otros países.
En el caso de Brasil, el espionaje llegó hasta uno de los teléfonos celulares usados por la propia Rousseff y las comunicaciones de la gigante estatal Petrobras.
Las dos partes aún trataron de disipar el ambiente para poder continuar el diálogo bilateral y finalmente los dos países anunciaron que la visita de Rousseff fue «postergada», aunque el sentimiento generalizado es que simplemente fue cancelada.
Luego, Venezuela denunció dificultades en obtener autorización al presidente Nicolás Maduro para sobrevolar el espacio aéreo estadounidense en dirección a China, y una semana más tarde expulsó a tres diplomáticos de la embajada de EEUU en Caracas.
En respuesta, Estados Unidos expulsó a tres diplomáticos venezolanos, pero ha expresado que quiere mantener relaciones «funcionales» con el país suramericano, que vende diariamente miles de barriles de crudo a Washington.
Expectativas nunca satisfechas
«Las denuncias (de espionaje) se referían también a México, pero México adoptó una posición muy diferente de Brasil y rápidamente dejó atrás el tema. No permitió que sea una amenaza a las relaciones de México con Estados Unidos, que están en un excelente nivel», dijo Ferrer.
Ante este cuadro, el desafío para las dos partes es encontrar un terreno común para mejorar el diálogo.
Un buen comienzo sería «reconocer que las expectativas, de ambos lados, nunca serán del todo satisfechas, pero hay muchas cosas que podemos hacer juntos», apuntó Farnsworth, para quien «la agenda económica debería ser prioritaria.
Entre esas iniciativas con resultados tangibles mencionó la cooperación energética: «la energía es un área estratégica para muchos países. Otro terreno común es la agricultura, donde tenemos intereses comunes».
Brasil, Argentina y México son piezas fundamentales en esa reconstrucción del diálogo, indicó Farnsworth.
Ferrer, por su parte, apuntó que «un terreno común de interés para todos podría ser actuar en el área de derechos humanos y consolidación de la democracia, que son bases del sistema interamericano».
En la visión de Ferrer, «una política externa estadounidense que contemple todo el espectro de diferencias en América Latina nunca será posible».