Exclusión oficial del diferendo de Guyana

Seguimos insistiendo en que el Ejecutivo Federal, conforme a sus indelegables atribuciones, dispense atenciones de Estado, a la más juiciosa tramitación y seguimiento, que le impone el Diferendo de Guyana Esequiba, como caso específico de soberanía, al cual está ligada, con profundo nacionalismo, la integridad territorial, como asunto de carácter insoslayable.
Hacemos esta primera observación, tomando en cuenta, que en estos mismos días, se celebró en Nueva York, la 29 Asamblea General de las Nacionales Unidas y en esa cumbre internacional, con la trascendencia que reviste, no asistió un representante oficial del país. En este foro universal, los Presidentes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Panamá, Perú, Bolivia, en esa alta tribuna, plantearon problemáticas de límites y de áreas marinas, de urgente solución, como la Republica de Uruguay, que solicitó, a nombre de la comunidad internacional, el inmediato cese del bloqueo de Cuba de parte de los Estados Unidos y otros problemas más, como Panamá y Costa Rica, que reclamaban al Comandante sandinista, Daniel Ortega, una nueva delimitación de las áreas marinas, que lleva a cabo, sin tomar en cuenta los derechos de países ribereños.
Por tratarse de asuntos comunes que afectan, por diversas causas, la comunidad hemisférica, se hizo notoria la ausencia del Señor Nicolás Maduro, a esta cumbre de Naciones, donde con sobra de razones históricas y jurídicas, hubiera abundado en la defensa de los derechos que asisten a Venezuela, en el litigio que sostiene, para rescate de 159.500 de km2, de territorio en la zona del Rio Esequibo. En su voz hubiera tenido eco tan patriótico planteamiento, como resonó la voz de Bolivia, solicitando su salida al mar y la de la Presidenta de la República Argentina, la propiedad y pertenencia de las Malvinas, que usufructa el imperio Británico. Lamentable oportunidad, que no se aprovechó en desmedro de nuestros sagrados derechos de soberanía en la zona del Esequibo.
Como en aciagos momentos, perdió su tiempo el Señor Maduro y en vez de exaltar los inalienables derechos, al territorio despojado por la Pérfida Albión, prefirió sentirse víctima de anodina “conspiración” y en destemplada diatriba, solicitar de USA buen trato para él y su excesivo acompañamiento, fuera de lo común. Cuando la fe en la razón vacila, el hombre no puede vivir ni convivir.
El diferendo entre Venezuela y Guyana, comprende el Rio Esequibo, el mar territorial, la zona económica exclusiva y la plataforma continental, lo que resulta suficiente, para comprender, la magnitud de los derechos e intereses que asisten a Venezuela en toda su jurisdicción y que la Casa Amarilla debe vigilar con celo y asiduidad, so pena de incurrir en irrisión nefanda a la soberanía nacional.
La más radiante historia diplomática deriva del diferendo de Guyana, con incidencias dignas de evocación, en la cual aparecen incluidos nombres ilustres de nuestra Gesta Magna, el valiente General Manuel Piar, héroe de San Félix, el propio Libertador, lo que imprime señero predominio y la actuación del brillante Canciller Doctor Pedro Gual, Presidente del Congreso Anfictiónico de Panamá y formalizada oficialmente por el Presidente Carlos Soublete quien designó una plenipotencia de rango superior, la presidía el hábil diplomático, doctor Alejo Fortique, como Secretario el humanista de alto vuelo Don Fermín Toro, asesor de Historia, Rafael María Baralt, de Geografía, Agustín Codazzi y como cartógrafo, el laureado Pintor Carmelo Fernández. Fue la Comisión mas descollante por el talento y la cultura, que Venezuela envió al Viejo Mundo, donde obtuvo éxito, sin precedentes, pero un sedicente Consejo de Estado, interpuso su insidiosa influencia, para hacerla impracticable.
Se perdió esa oportunidad y por el inicuo Laudo de Paris de 1.899, se nos despojó de un lote de territorio de 159.500 Km2. El Presidente Caldera, con su dinámico Canciller Arístides Calvani, logro firmar el Convenio de Puerto España, que regula esta delicada materia. Al Canciller Jaua, le prevenimos, muy alerta de la Aquiescencia Diplomática y de los incisos de la Ley de Topel, que por la tardanza en actuar, pueden dar al traste el triunfo que auguramos con hondo espíritu patriótico.