Capitalismo Lunar

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Todo, después del 8-D

Como ya se ha hecho curiosa práctica de la tradición político-electoral en Venezuela, en la que cualquier proceso comicial emerge como un punto de quiebre, como un hito apocalíptico definitivo, todas las decisiones difíciles, planes, anuncios, medidas, se tomarán y concretarán según la retórica gubernamental, luego de las elecciones municipales del 8-D.
El problema de esa pretensión del gobierno, de postergar en lo posible decisiones económicas para afrontar la crisis cambiaria, la poca liquidez en las arcas públicas, la merma de las reservas internacionales, la escasez, el retraso en la asignación de dólares cada vez más ausente, la inseguridad, las deficiencias en la salud, educación, infraestructura, servicios, la indetenible y nefasta escalada inflacionaria, es que implica para el país una mayor deterioro, una mayor incertidumbre, un mayor empobrecimiento de los venezolanos, y un paño caliente que llegará a destiempo y que no aliviará la estructural enfermedad económica de la nación.
La fractura del poder de la “revolución” se evidencia en la nula capacidad de liderazgo de Maduro, y en la parálisis asfixiante que se percibe para generar decisiones rápidas y efectivas ante diversas urgencias, entre ellas, la decisión sobre la vuelta a  un esquema de flotación libre del dólar.
La descomposición social de la República es lamentable noticia cotidiana, expresada en una canibalización y deshumanización de las relaciones de convivencia, que es hoy recluida y desconfiada sobrevivencia, y en la rapiña como actitud y condición genética del hombre nuevo socialista, que sólo aspira a obtener algún beneficio, de quien sea y al costo que sea.
De cara al 8-D, el gobierno movilizará todos sus recursos, ejercerá todo su ventajismo, apelará al amedrentamiento y a la amenaza para superar en votación a los candidatos de la oposición, tratando de quebrar el sesgo plebiscitario de la consulta. Por su parte, la oposición, cuya unidad intenta mantenerse a duras penas bajo un disminuido y mediáticamente invisibilizado liderazgo de Henrique Capriles, y por una avalancha de egos y aspiraciones desatadas, que van como candidatos fuera de la MUD, enfrenta el reto de vencer la frustración, el desánimo, la abstención, y sobre todo la necesidad de capitalizar el descontento popular por el clima de carencia, escasez y deterioro que se palpa en abastos, supermercados, empresas y servicios públicos de Venezuela.
El gobierno trabaja en varios frentes: continua criminalización de la protesta y la disidencia; presiones varias y diversas a medios de comunicación; cocina a fuego lento el Caballo de Troya Comunal, para continuar la desarticulación de la estructura político-territorial del Estado vigente, mientras persiste en su manido “circo” de verbo anti-imperialista, y decisiones que buscan aumentar el aislamiento del país, como la “nueva” expulsión de diplomáticos de Estados Unidos, la salida de organismos internacionales, convenio y tratados, y todo lo que huela a respeto y escrutinio global de conductas democráticas. Cortinas de humo que el viento de la inconformidad está disipando rápidamente, inclusive en las propias filas rojas.

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Si la votación el 8-D favorece al gobierno, Maduro respirará aliviado por un instante, y la rapidez e intensidad de la radicalización aumentará por parte del Ejecutivo. Pero si la oposición logra mayor número de votos, sobre todo en las principales capitales, el efecto de derrota en las filas del PSUV puede abrir la puerta a cambios a lo interno del gobierno, socavando mucho más la reducida capacidad de maniobra de Maduro, y desatando una pugna interna ante otros futuros escenarios que, ante las demandas de un cambio real en el poder político Ejecutivo, pueda cimentarse en la calle, al calor de la protesta, y en los espacios en teoría, diseñados para tal fin (Asamblea Nacional, Poderes Públicos, Referenda, Constituyente)
Pase lo que pase, la economía, su deterioro o “mantenimiento”, especialmente en el usual consumismo navideño, marcará la pauta de la política en los meses por venir.
El deterioro social es evidente, insostenible, así como el ocaso de un modelo económico y político despilfarrado, al calor de un delirio hecho proyecto de dominación.
Ojalá podamos vencer la resignación, y a quienes aspiran a ocultar su fracaso, postergándolo todo, para después del 8-D.
Ojalá el mundo no se acabe, los Mayas no nos sorprendan, y quien esto escribe pueda votar tranquilo, y soplar esa noche la vela de un año más de vida. Amén.
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