Crónica urbana – PINTORESCO ERROR

En el año 1962, por encima de las dificultades políticas y económicas del país,  Barquisimeto vivía auspiciosos momentos porque su Instituto Pedagógico preparaba el egreso de una primera promoción. Y aparte de esto, el gobierno nacional había creado acá otras instituciones de rango universitario, en fases iniciales: el Centro Experimental de Estudios Superiores y el Instituto Politécnico Superior, fuerza educativa de suma importancia para mover el desarrollo regional.
Además, para ese crecimiento de Barquisimeto, se gestionaban recursos destinados a la instalación de su primera zona industrial, la cual ocuparía espacios en el noroeste de la ciudad, apartado lugar de áridos suelos con leves sombras de cujíes.
Así, los jóvenes estudiosos y trabajadores, que serían beneficiarios de aquellas iniciativas, vivían al día sobre el acontecer de la ciudad y el país a través de informaciones de los medios de comunicación. Por entonces, en titular de primera plana, el diario EL IMPULSO publicó lo que se llamaba “un tubazo”, una noticia extra, sobre la existencia de focos guerrilleros en zonas montañosas de Lara.
Por supuesto, el asunto de la indeseable violencia armada preocupaba al Gobierno y, por otro lado, seducía el reclamo de futuro de la juventud. De tal manera, sobretodo entre muchachos estudiantes, nunca faltaba la conversación acerca de temas políticos. En ese diálogo se empezaba con voz baja, luego subía el tono de la palabra, y pronto todo eran discusiones muy parecidas a una gallera parlamentaria.
A veces los más apasionados debatían argumentos como aquel de “la violencia es el arma de los que no tienen razón”, frase acuñada en una oportunidad por el presidente de la República, Rómulo Betancourt, alusiva al camino tomado por grupos opositores radicales.
En otra onda, en el año 1962 había otros atractivos para la juventud, por ejemplo la actividad deportiva. El béisbol era la acción de mayor popularidad, con numerosas novenas en torneos amateurs de diferentes categorías. Entonces el equipo Cardenales de Carora abandonó su condición de aficionado y se vino a Barquisimeto a jugar en la Liga Occidental, organización profesional en la que figuraban los clubes zulianos Cabimas, Pastora y Rapiños.
Algo esencial en la rutina urbana de la gente, el servicio de transporte público, era bien atendido en rutas con carros de cinco puestos y también por empresas de autobuses que recorrían diversos sectores de la ciudad, sin canales exclusivos ni vendedores charleros. Usaban debidamente las paradas y así los pasajeros, libres de estruendos musicales, anunciaban mediante un timbre su próxima bajada.
Por aquel tiempo en la vida nocturna se soltaron las brujas pues con este nombre se abrió la primera discoteca en Barquisimeto, espacio donde reinaban las luces a colores y el alto ruido de música bailable, al estilo de una artista de moda llamada Miriam Makeba.
Sin embargo, la temperatura política seguía predominando en Barquisimeto y en esa fiebre algunos jóvenes, motivados por activistas del proselitismo, eran portadores de protestas en las calles. De esto se cuenta que una noche, llevados bajo influencia dirigencial de partidos inhabilitados, unos arriesgados muchachos se armaron con pinturas y brochas para escribir en el centro de la ciudad un agresivo letrero que dijera: “Betancourt, asesino”. Pero todos estaban muy nerviosos, tembleques, tanto que veían por todas partes imaginarias patrullas policiales.
Aún en ese trance, decidieron hacer una operación relámpago y ¡zuas! quedó listo el mensaje. Y corrieron… Al día siguiente fueron a ver la pinta encomendada y se encontraron con un texto que, producto del nerviosismo, decía: “Betancourt, así no”. Se miraron las caras y no les quedó otra que echarse a reír ante el pintoresco error.