El Banco de Venezuela implementó para sus agencias ubicadas en 9 estados del país, entre ellos Lara, un servicio denominado “cola virtual” con el cual los clientes, entre ellos jubilados y pensionados solicitan tickets de atención a través de mensajería de texto. Los SMS enviados al 2662 deben contener la combinación de caracteres TCK, acompañado de las letras V, E o P seguido del número de documento de identidad correspondiente (cédula o pasaporte), para a partir de allí recibir un número de referencia a ser indicado en las máquinas de entrada a las agencias bajo la opción señalada.
Pero como todo en Venezuela se quebranta, notamos que en una agencia bancaria, en el último pago a los pensionados del IVSS correspondiente al miércoles 18 de septiembre del año en curso, se suspendió ese servicio por orden personal de la gerente.
Es cierto que muchos cristianos madrugan como en Mercal para ganar los primeros puestos y liberarse temprano de las largas colas, pero también es cierto que otros hacen uso del servicio bancario para solicitar su ticket por mensajería de texto y evitar lo que aquellos hacen.
Si a quienes simpatizan con la oscuridad final de la noche ignoran el servicio virtual porque les gusta la camaradería con sus viejos amigos de cobro, ese es su problema, y ni ellos, ni la gerente tienen facultad para suspender el servicio establecido por las autoridades de la entidad bancaria.
El banco responde por el tiempo de los usuarios que una vez dentro de la institución reciben su ticket, no por quienes están afuera y deben respetar la cola, dijo la gerente al ser consultada, pero como no entendimos, indagamos para qué entonces eso de “cola virtual”, que a la manera de ver, da la opción de llegar al banco, identificarse con su cédula y obtener el ticket con el número ya otorgado vía celular, porque para eso se denomina “cola virtual”. Ese día suspendieron la papeleta y entendimos menos, asumiendo aquella famosa frase de condolencia, “tiene razón pero va preso”.
Ni se imaginan la impotencia que se siente cuando se interpreta eso. Lo juzgué personalmente cuando tuve que devolverme a la cola y cumplir con la orden personal de la gerente de esa sucursal bancaria del centro comercial Los Leones.
Recordé hace unos 35 años cuando la Guardia Nacional bajó de un autobús al no creerle, a pesar del carné, a un joven profesor universitario en camino de una clase. Demasiado “chamo” dijeron. “Tiene razón profesor, pero va preso “pa’l servicio militar, y móntese ya en la jaula si no quiere probar la peinilla”.
Me acuerdo siempre de la anécdota porque hay ocasiones en que la gente ignora el fondo del famoso dicho. Independientemente de que la razón le asista, la fuerza de los hechos se impone sobre la razón misma. La razón de la fuerza mata la fuerza de la razón. ¿Será que uno tiene que vivirlo para entenderlo?
Investigando un poco, obtuve esto de la página de Aporrea.org, y cito:
“La banca tendrá la obligación de agilizar sus servicios para que el tiempo de espera de sus clientes no exceda de 30 minutos”, eso dentro del banco suponemos. Así lo estableció la Superintendencia de Bancos y otras Instituciones Financieras (Sudeban) en las normas relativas a la protección de los usuarios de los servicios financieros, publicada en la Gaceta Oficial N° 39.508.
Pues bien, en el país de lo absurdo, de lo bizarro, pasan estas cosas. La gente no estará adentro más de 30 minutos, pero sí afuera el tiempo que haga falta. En vez de hacer más eficaces los procesos bancarios, la decisión personal de una gerente borra de golpe y porrazo por un día, el servicio establecido por la plana mayor de la institución.
No hay nada como esconder la basura debajo de la alfombra, o dejar a la gente afuera parada así le asista el derecho de una “cola virtual”, mientras adentro, gerentes y cajeros están relajados con aire acondicionado, y sobre todo, cumpliendo la ley.
Una vez dentro del banco, una pantalla a colores recomienda ese servicio virtual, luego, el número del ticket y la taquilla a dirigirse donde le pagan a los pensionados, de manera humillante con papel moneda de la denominación de 10 bolívares, la cantidad de 2.700 bolívares fuertes, monto de la pensión.
A pesar de ir presos, con razón o no, los ciudadanos seguiremos reclamando los derechos, que “entre comillas” algunas instituciones otorgan y que subalternos incumplen. A estos últimos, no solamente deberían llevarlos presos con la jaula incluida, dejándolos allí botando la llave.
¿Qué más se puede pedir para que el país siga en caída libre? Sacaremos más demonios de la caja de Pandora.
La“cola virtual”
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