Capitalismo Lunar – Mercabar: ¿Nave quemada?

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Una de las características que más destaca en este modelo político-militar en el cual el chavismo convirtió al Estado venezolano, es el de la re-centralización del poder en las relaciones con las regiones y localidades de la República.

El llamado proceso de descentralización que planteó la elección de gobernadores y alcaldes y la subsecuente transferencia de competencias y recursos, en el contexto de los cambios institucionales que, hacia fines de los años 80, buscaban oxigenar un sistema político en crisis, fue detenido y lanzado a la papelera por decisión del entonces presidente Chávez.

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Desde nuestra óptica, fueron más los aciertos que las debilidades las del citado proceso de reformas, pero en lugar de realizar un balance sosegado, en función del ritmo natural de los cambios sociales, que confluían en la necesidad de fortalecer la gestión regional y local, en el redimensionamiento de la gobernabilidad democrática en Venezuela, el gobierno inició una sistemática marcha hacia atrás, en lo normativo y fiscal, dando espacio y oxígeno a las fuerzas y actores que preferían re-centralizar el poder, e ir desdibujando de variadas maneras, la autonomía y campo de acción de estados y municipios.

Dicha corriente re-centralizadora sigue hoy vigente, gracias a los laboriosos esfuerzos de actores y personajes, contentos con el sobrepeso de un Estado-Partido que gobierna sólo para una parte del país, y que prefieren supeditar el gobierno local a los dictámenes de algún burócrata obcecado en Caracas.
Como si no hubiese ya, suficientes, lamentables y tangibles evidencias del fracaso de experiencias re-centralizadoras en la modalidad de expropiaciones, estatizaciones, ocupaciones y arrebato de competencias en áreas como la educación, la salud, o de empresas otrora productivas (Cemex, Agroisleña, Lácteos Los Andes, Sidor, Hipermercados Éxito, entre otras de una larga lista) cabalgando con el fraudulento artificio presupuestario de estimaciones del barril petrolero a precios muy por debajo del mercado, como subterfugio para reducir los recursos por situado constitucional a los Estados,  dicha pretensión, a contracorriente de nuestro devenir histórico, aspira a cobrar otra víctima: el Mercado Mayorista de Barquisimeto (Mercabar).

Así lo ha reconocido Luis Reyes Reyes, ex gobernador y presidente de Corpolara (¿La palabra Fudeco les recuerda algo?) al reconocer que están estudiando la posibilidad de transferir Mercabar al Ministerio de Alimentación. Es una estructura que pertenece al gobierno, porque fue quien la construyó, aclaró Reyes. La excusa aludida sería la capacidad de “acaparamiento”, por ser el principal distribuidor de productos para el consumo masivo a escala nacional.
Algunas interrogantes surcan el aire de expectativa e incertidumbre que gravita quizá en los comerciantes, trabajadores y clientes de Mercabar: ¿Es ese Ministerio de Alimentación, o sus autoridades, los mismos involucrados en el caso “Pudreval”, en la pérdida patrimonial resultante de toneladas de alimentos descompuestos, gracias a la corrupción y a la eficiencia “socialista”? ¿Por qué esa intención de arrebatarle a Barquisimeto Mercabar, en las cercanías de una elección municipal? ¿Hay acaso temores de una derrota del PSUV en dicho proceso? ¿A quién se quiere castigar, a Alfredo Ramos, posible y eventual ganador de la Alcaldía de Iribarren, o a todos los barquisimetanos, larenses, trabajadores y clientes que se benefician de este importante centro de acopio y distribución de alimentos?
La sorda vocación al fracaso, el irreprimible impulso a la ineficiencia o al “desbaratamiento” del llamado Estado Burgués, como misión “revolucionaria”, quizá se impongan por la fuerza, concretándose así el traspaso del Mercado Mayorista al Ejecutivo Nacional, de acuerdo al débil y bufo argumento de la “lucha contra el acaparamiento” o de la supuesta “guerra económica”.

Valga recordar dos episodios históricos, que se disputan la autoría de una metafórica frase. Alejandro Magno o Hernán Cortés, visto el pesimismo y la absoluta actitud de derrota de su tripulación ante la superioridad numérica del enemigo, ordenaron “quemar las naves”, o hundirlas, como último recurso, como decisión extrema, de vida o muerte, según la cual debían ganara como dé lugar, ya que la única forma de regresar sería triunfante, en las naves del enemigo.

Por ello, ojalá Mercabar no se convierta en otra nave quemada de la ineficiencia socialista, la re-centralización y el miedo a la derrota.

@alexeiguerra
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