Por allá en el año 2006 un avión de Aeropostal salió de Venezuela con 128 maletas Samsonite, con perfiles de acero, de color negro, envueltas en plástico y con sellos hasta del Seniat todas full de polvo blanco. Fueron 5.5 toneladas de cocaína de la más pura. Cinco mil quinientos kilos del estupefaciente. Unos 300 millones de dólares al por mayor y unos 1.500 millones al por menor. No estamos hablando de cáscaras ni de alpiste. Es una verdadera fortuna. Un presupuesto parecido al de Nicaragua. Sólo en un avión. Las investigaciones en Venezuela se restringieron a culpar a los hermanos Makled. Y eso es simplemente imposible. Como se sabe en Venezuela no se produce cocaína y mucho menos en esos volúmenes. Es entonces de perogrullo que tan delicado producto tuvo que haber pasado por las carreteras venezolanas, atravesar por lo menos 8 estados de la República Bolivariana de Venezuela. En ese largo trayecto hay por lo menos 12 estaciones militares, alcabalas y alcabalitas, policía nacional, policía estadal, policía municipal, SEBIN, DICIM. Cinco mil quinientos kilos no se pueden esconder. Pero, increíblemente nadie lo notó. Llegaron a Valencia tranquilamente como si una mano muy poderosa los hubiera protegido a lo largo de todo el trayecto. Desde esa época no sabemos de nuevas averiguaciones, o nuevos inculpados, o nuevas pruebas. Todo se lo llevó el olvido. Pensar que fueron los hermanos Makled quienes hicieron toda la operación; montar, transportar, almacenar, recibir, empaquetar, enmaletar, proteger, embarcar, desembarcar, contar, pesar todo el alijo, es simplemente imposible. Claro que debe existir una mano todopoderosa capaz de salvar todos los obstáculos. Ahora aparece un nuevo cargamento de coca, no en aviones venezolanos, sino en Air France. Solo un idiota, un fiscal necio, una bestia de ministro, un juez bruto, una policía corrupta, puede pensar que desde el año 2006 hasta el año 2013, es decir durante 7 años, los únicos dos aviones que han viajado full de droga son el de Aeropostal y el de Air France. Fueron dos aviones preñados de droga que despegaron de Venezuela. Y nuevamente debemos cavilar sobre la posibilidad que sean un tenientico y dos sargentos los responsables de recibir, empaquetar, cuidar, embarcar, etiquetar 1.300 kilos de cocaína de la más pura en un avión extranjero. Imagínense ustedes lectores lo que debe hacer falta para montar 30 maletas de droga en un avión comercial francés. Alguien trajo la coca para Venezuela. La trasportaron por ocho estados, burlándose igualmente de docenas de alcabalas de policías de todas las especies habidas y por haber. Las llevaron al Aeropuerto de Maiquetía. Las guardaron esperando que llegara el avión. Las custodiaron firmemente pues se trata de unos 50 millones de euros. Las metieron en maletas. Las cargaron en el avión. Y nadie vio nada. En esa operación, sin lugar a dudas, tienen que existir delincuentes poderosos capaces de esquivar todos los controles. ¿Desde 2006 hasta 2013 cuántas maletas cree usted amigo lector que han sido trasladadas cómodamente en aviones venezolanos y extranjeros? Estamos sin duda frente a un Narcoestado como el que existió en Colombia hace algunos años. Pero a diferencia de nuestros hermanos aquí la cosa en lugar de ir disminuyendo va en aumento. No se extrañen si sale algún gran personaje oficial diciendo que esas son cosas del imperialismo o de los gobiernos anteriores al chavismo. La verdad del asunto es que tienen que existir militares de alto rango enredados en ese asunto, jueces, policías. Todo aquel que ha viajado alguna vez al exterior sabe exactamente la cara de trasero que ponen los guardias nacionales que se pasean, pululan, caminan por las áreas de espera de Maiquetía y ven a los pasajeros como si fueran todos trúhanes, pillos, contrabandistas. No se puede pasar ni un yesquero, ni una caja de fósforos, ni siquiera agua sin que los verdeoliva se ensañen y decomisen tan peligrosos “instrumentos” mientras que por sus narices, o sus manos si acaso, se deslizan nada menos que un mil trescientos kilos de droga. Recuerdo una vez, viajando con una sobrina, de 8 años de edad, que uno de los guardias con voz violenta y desagradable llamaba a la señora Anabel Rodríguez. Nunca hubiéramos imaginado que la llamada a identificar y explicar el contenido una maleta era con la pequeña. Pensábamos que era alguien mayor con el mismo nombre. Al final supimos que era con la niña y el militar preguntó, el muy imbécil, las razones por las cuales en la maleta de Anabel había solo muñecas y ninguna ropa ¿Qué le hubiera contestado usted querido lector? ¿Adónde lo hubiese mandado? Y así son centenares los abusos y molestias de los guardias nacionales contra los pasajeros. Mientras que toneladas de coca salen de los más resguardadas y empaquetadas a Estados Unidos y Europa. Tenemos 14 años al revés. Pronto lo estaremos enderezando
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