Siendo nombrado presidente de la Confederación de los Cristianos del Sur, se marchó a Atlanta donde organizaría multitudinarias manifestaciones pacíficas emulando a Ghandi, varias veces fue brutalmente golpeado junto a sus compañeros por la represión policial y otras más fueron a prisión. Centenares de discursos y escritos fueron creando un ambiente de presión social y política en todo el país. Sin duda, la movilización de mayor arrastre social fue la ocurrida el 28 de agosto de 1963, la marcha desde Birmingham (Alabama) hasta Washington, donde se concentraron más de 250.000 mil personas (no solamente negros) frente al Licoln Memorial Park. Allí pronunció uno de los discursos más hermosos y profundos en la historia de las luchas sociales: “Yo tengo un sueño”, en el que plasma la plataforma ideológica de su movimiento, un mundo donde el color de la piel no sea lo determinante sino sus ideas y sentimientos. Todo esto en un escenario muy difícil ante el asesinato del presidente Kennedy.
Fue tanto el éxito de estas movilizaciones que en 1964 el Congreso Norteamericano aprobó el Acta de los Derechos Civiles, y en 1965 el Acta del Derecho al Voto en todos los Estados de la Unión Americana. En 1964 el reconocimiento a su lucha se hace internacional cuando es galardonado con el Premio Nobel de la Paz, y es que su lucha traspasa la barrera de lo social haciéndose solidario con las tragedias de los países pobres, no sólo aquellos donde predominaba el negro, sino en esos países como Vietnam, víctimas de la opresión imperial.
El 4 de Abril de 1968 cae asesinado en Memphis- Tennesee en manos del francotirador James Earl Ray. Nada se pudo saber sobre los posibles autores intelectuales del asesinato, sólo se dijo que se trataba de un fanático racista, pero lo cierto es que este hombre pudo huir a Canadá con pasaporte falso y luego a Europa, en Londres es detenido, más de dos meses después del asesinato. ¿Nadie lo apoyó?, es difícil creerlo, lo cierto es que durante varios días fue sacudido el país, lo que obligó al establecimiento del estado de sitio, los resultados unos 50 muertos, 3.000 heridos, y miles de negocios destruidos, fueron las consecuencias inmediatas del suceso.
Martin Luther King, muere a los 39 años, una edad que parece estar ya prefijada para algunos grandes hombres que como él estuvieron dispuesto a darlo todo, incluyendo la vida, por un ideal, un proyecto: Zapata en México, Sandino en Nicaragua, el Che Guevara en Bolivia. Valdría preguntarse: ¿es que acaso además de sus ideales y la edad al morir no los identifica también haber sido víctimas de los mismos asesinos? La respuesta es clara. Pero lo cierto es que al igual que los zapatistas en Chiapas emulan al viejo luchador, así también ocurre con el frente sandinista y con los diversos frentes de luchas pacíficas o violentas en el resto del mundo. Los propios EEUU que se presentan como el mayor abanderado del liberalismo económico, de las democracias mundiales, de la globalización, en su interior presentan aun huellas irrefutables de violación a los derechos civiles, ya no sólo de los negros sino también de los inmigrantes, fundamentalmente latinoamericanos, en total un tercio de su población actual vive en condiciones de pobreza, se han profundizado los movimientos xenofóbicos, se aprobaron propuestas como la 187 que margina a los inmigrantes de la seguridad social. Todo esto ha creado un escenario de violencia que desde el estallido social de 1992 en Los Angeles, segunda ciudad en importancia, han sido constantes, la centena de iglesias negras quemadas entre 1996 y 1997, los intentos de separación en Texas y Georgia, la voladura del avión en 1996, que en principió se intento adjudicar a los terroristas árabes y los atentados del 11 de septiembre del 2001, son sólo algunas manifestaciones de esta realidad que no se puede ocultar.