Parecen tres temas disímiles pero en esencia no lo son y responden a una advertencia que en días recientes expusimos en este mismo espacio.
En enero, el estado Lara vivió la tragedia de Uribana, cuando el desalojo y posterior requisa de la cárcel dejó 58 muertos, uno de los episodios más violentos en la historia de los penales del país.
Pasado el capítulo, las autoridades prometieron cambiarle el rostro a Uribana que de hecho pasó a denominarse Centro Penitenciario David Viloria.
Pero apenas ocurrir la reyerta en la cárcel de Sabaneta que dejó 16 muertos y originó la intervención, la respuesta inmediata fue «mudar» a nuestra presunta cárcel modelo, la elevada cifra de 1.000 internos procedentes del Zulia, con un agravante: la mayoría no son del estado Lara. Es decir, puestos a generar el problema de hacinamiento, por lo menos, en respeto a los familiares que ahora podían ahorrarse el viaje a Maracaibo y a otros destinos, que sea con internos a quienes los suyos quieren tener cerca.
Pero aparte de esta consideración, resulta insólito que la ministra Iris Varela pretenda resolver un problema generando otro. Los testimonios no mienten: falta espacio, camas y agua. El centralismo, una vez más, deja su sello organizando desde Caracas respuestas que comprometen la tranquilidad del interior del país y, en el caso de Lara, siembran el temor del retorno de los famosos coliseos, el mandato de los pranes o las revueltas que mucho dolor sembraron.
Un segundo capítulo lo vuelve a merecer el Transbarca. El tema es inevitable: el sábado, a una semana de la fiesta inaugural del sistema, otro muerte da la razón a quienes advirtieron que manejar en contraflujo podría generar confusión en el conductor y fallecimientos inesperados. Tres atropellos en una semana es demasiado. De nuevo, «desde Caracas», al ministro y sus seguidores se les ocurrió que en Lara los autobuses circulaban «en contraflujo» pero además imaginaron que en apenas días, sin campañas de educación, la gente solita, por propia iniciativa, entendería temas como canal exclusivo o manejo a la inversa para que «los vivos» no se estén coleando.
Cierran estas reflexiones con caso reciente: Mercabar. Para quienes son de memoria frágil, recordar que el Mercado Mayorista de Barquisimeto fue un esfuerzo de organización que permitió trasladar el antiguo Manteco (en pleno corazón de Barquisimeto, donde se vendían las mercancías en contacto directo entre productores y consumidores) a las modernas instalaciones de Mercabar. La capital de Lara, encuentro de caminos y por tanto, punto privilegiado en el país, convirtió el desorden de las ventas al mayor en las calles de la ciudad, en un sistema que inaugurado en el año 1983 mereció la admiración de regiones y países vecinos. Con sus debilidades y fortalezas, Mercabar es una referencia en el país. El jueves pasado, con el ministro del Comercio al frente, procedieron a «decomisar» grandes lotes de mercancía ante el estupor de comerciantes, por cuanto, justo por su perfil de mayorista mantienen en galpones toneladas de productos y no los bultos de una tradicional bodega, por lo cual mal se les puede acusar de acaparadores.
Se le suma la intención de despojar de competencias a Mercabar, que pasaría de manos de la Alcaldía al Gobierno nacional, con objetivos nada claros y sí muy sospechos.
Esto sería una bofetada más a la descentralización y al justo derecho de barquisimetanos y en general de los larenses a organizar y administrar lo suyo.
Preguntamos: ¿Quién alza su palabra en protesta ante tanta intervención?