Neruda, tiempos de ausencia
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23 de septiembre de 1973, día en que falleciera el poeta universal Pablo Neruda, quien logró que su seudónimo fuese su nombre legal por dictamen de un tribunal chileno. Ha pasado cierto tiempo desde entonces, en que físicamente está ausente, pero para bien de la creación literaria su obra está allí, permanente, porque sus versos siempre serán del regocijo de quienes, como en un espejo, se ven reflejados en ellos, o son el eco de lo que en el arte de amar se quisiera expresar, su verso nos invita y al unísono acatamos: “Yo quiero que todos vivan en mi vida/ y canten en mi canto…/ y así andaremos juntos, codo a codo/ todos los hombres/mi canto los reúne”. Neruda, hizo de la poesía su vida, fue poeta de nacimiento, se demuestra desde su primer poemario, Crepusculario. El crecimiento poético de Neruda, fue raudo, desde su edad juvenil, con matices románticos, pasando por el surrealismo y cíclicamente iba innovando y refrescando su canto, llenos de emoción e imaginación acerca de lo que le rodeaba y conocía, en su vivir intenso y transeúnte, y crear una poesía americanista y naturalista, en su amor desenfrenado por su América; sin abandonar como es natural el instinto amoroso de todo ser humano. Y en esta fase queremos detenernos, porque nos vemos reflejados en esos versos, ese modo de sentir al ser amado están allí, en esas palabras maravillosas que supo hilvanar para recrearnos con la paráfrasis bella, y decir cuan y tan profundamente se ama a la mujer con quien se comparte la vida. Los versos escritos a su tercera esposa y gran amor, Matilde Urrutia, plasman esa idílica, amorosa y cálida pasión por la mujer que ama, a quien siempre llamaba mi “bienamada”; y este humilde minicronista y seguidor de Neruda, ve en esas estrofas un poco la historia de su amor, hacia su “bienquerida”(para no copiar al Vate), amor que ha corrido como un manantial, para buscar el cauce del caudaloso sueño, que es amar y ser amado, en colchas de ternura y pasión, como Dios manda: “Ay vida mía,/ no solo el fuego entre nosotros arde,/ sino toda la vida,/ la simple historia, el simple amor/ de una mujer y un hombre/ parecidos a todos.” Su amor por Matilde Urrutia, fue conmovedor, élla le inspiró lo más hermoso, profundo y sensual que suele sentirse por el ser que se ama; sus palabras vuelan metafóricamente para confesar la afinidad amorosa y el destino que enlaza a dos seres unidos en el amor: “Nuestro amor ha nacido fuera de las paredes…/ porque en la tierra nos sembraron juntos/sin que solo nosotros lo supiéramos/ y que crecemos juntos y florecemos juntos…/ hemos crecido juntos pero no lo sabíamos”. Es que en cada uno de esos cientos de poemas se nota el rico bagaje sentimental de un hombre que pudo amar con fecunda pasión a su bienamada Matilde, quien le inspiró, entre ellos, dos poemarios de antología, “Los versos del Capitán” y “Cien sonetos de Amor”, en ellos encontramos toda la felicidad amorosa que también hemos vivido y compartido con el ser amado.