Leer puede convertirse en una aventura peligrosa. Eso lo descubrió Ramón cuando ante preguntas sencillas comenzó a dar respuestas complicadas nacidas de muchas dudas que le han inspirado los libros.
De esta forma entender lo que pasa ya no es simplemente estar frente a los hechos e indagar sobre sus causas inmediatas porque resulta que cada actividad de cada minuto es resultado de una cadena de eventos que solamente un análisis epistemológico pudiera explicar. Para quien tiene una vida sencilla como Ramón el entrar en dudas metodológicas es complicado porque sus jefes, sus amigos y hasta familiares le exigen como fundamento de una sana interrelación afectiva que tome posición frente al hecho político cotidiano.
Pero resulta que él ya no ve la realidad como una fotografía sino como una película cuyo guionista es un demiurgo que dejó de creer en dioses y se dedicó a culpar al hombre por haber destruido su fe en los paraísos. Por ello Ramón vive su parte de la película intentando descubrir la puerta que conduce a los paraísos que existen en el alma humana (lugar todavía inédito), cosa que se le hace difícil porque el demiurgo le confió sus llaves a un Dios que el mismo por pragmático eliminó del guión.
Indudablemente que la vida no es fácil para Ramón. Ni es rico ni poderoso ni simpático para tener amigos gratis y sabe que la soledad es una habitación que produce dioses o demonios y como los dioses fueron proscritos del guion epistemológico lo que le queda es convertirse en un demonio y para no caer en la fatalidad de un infierno privado, acudió a Bertolt Brecht.
Así tenemos que él actúa en la película de su vida usando la técnica teatral que le permite ser al mismo tiempo actor y monitor y de esta manera su desempeño como protagonista siempre termina relacionado con un contexto que el mismo está en capacidad de explicar o justificar. El problema es que pareciera que todo el mundo entiende las razones del monitor pero a nadie gusta su papel de actor y frente a esta paradoja que él considera injusta quiere sustraerse del escenario alegando ser culpable.
Pero demostrar su culpabilidad no es tampoco fácil porque por muchos años se dedicó a ser un hombre bueno e incluso pudo demostrar gracias al testimonio de vida su inocencia sobre eventos remotos. Le toca pues a Ramón representar un último rol de malvado que le permita escapar de la película y dedicarse a buscar un camino propio donde el desapego total le convierta en bajo relieve de las risas.
Lo primero es encontrar gente peligrosa que le ayuden a delinquir, gente sin escrúpulos que pueda leer desde Marx hasta Rimbaud y puedan entender a Beethoven leyendo el Juan Cristóbal de Rolaind o emocionarse místicamente cada vez que San Miguel derrota a Satanás en los versos de Milton, es decir, gente que “le llegue a todo” a través de la lectura. Eso no es fácil en un mundo donde el hábito de la palabra escrita se constriñe a ciento cuarenta caracteres de un tuiter.
Esta etapa aunque con dificultades Ramón la pudo superar gracias a sus contactos con Carora donde todavía hay muchos irresponsables que leen libros completos y se desconectan de Internet por horas, con el riesgo de perderse en vivo un bombardeo en Siria ,un jonrón de Miguel Cabrera o el desnudo de Diosa Canales en un Sambil.
Le faltaba solamente cometer un delito que le calificara como un ser malvado sin posibilidad de redención. Por ello no podía ser cualquier delito cotidiano como robarle la pistola a un policía o cortarle la cabellera a una dama full fashion, debía ser algo impactante y novedoso que repercutiera a nivel mundial. Lo pensó bien hasta que logró perpetrar su felonía. Paso previo informó a sus compinches que como Gregorio Samsa haría metamorfosis a cucaracha voladora. Luego se colocó sobre un gran pote de basura y cuando pasó el presidente Maduro en su bicicleta le brincó encima y este para esquivarla soltó el manubrio y cayó al suelo aparatosamente. Sí, dijo Ramón, yo soy culpable de tumbar a Nicolás de su bici por insinuaciones crípticas de Obama y de Capriles, testigos son mis amigos del chat de la cotorra [email protected]
