Un hombre que se encuentra con un sabio en el camino, le pregunta: «¿En qué dirección se encuentra el éxito?».
El sabio de barba no le habla sino que le señala hacia un lugar a la distancia.
El hombre, encantado con la perspectiva de un éxito rápido y fácil, se apresura hacia la dirección indicada. Se escucha el ruido de un golpe.
El hombre regresa cojeando, con moretones y perplejo, asumiendo que debe de haber interpretado mal el mensaje. Repite la pregunta al sabio, que de nuevo le señala en silencio hacia la misma dirección.
En forma obediente, el hombre se dirige allí una vez más. Esta vez el ruido es ensordecedor y cuando regresa con mucha dificultad, está ensangrentado, lastimado y lleno de ira. «¡Le pregunté en qué dirección se encuentra el éxito!», le grita al sabio. «¡Seguí la indicación que usted me dio! Y todo lo que conseguí fue caerme. Ya no me señale más. ¡Hábleme!».
Solo entonces el sabio le habla: «El éxito es en esa dirección. Un poquito después de la caída».
La pelea no ha terminado
Si siente que está en la lona debido a un impacto poderoso que ha recibido no se quede allí, pues si lo hace termina el combate, levántese una vez más y persevere, esa es la clave de aquellos que triunfan, perseveran.
Puede que hoy se sienta en el suelo, que su situación económica no sea la mejor, o que sus relaciones familiares o su matrimonio está en plena crisis, tal vez esté desempleado y desanimado, pero no piense que este momento no es útil, si está en el suelo aproveche para tomar algo en el piso, revise debajo de los muebles, quizá encuentre algo útil en medio de esa posición, no siempre va a estar allí, así que aproveche este momento.
Los grandes hombres han tomado muchas cosas útiles de esos momentos en el suelo y han aprovechado esas cosas para triunfar.
Los mejores libros se han escrito en lugares de penas, soledad o dolor, la cárcel, el exilio, en medio de una enfermedad, después de una caída moral o una quiebra económica. Hombres en busca de justicia, otros de restauración, otros simplemente comprenden que su dolor puede inspirar a otros y convertirse en una bendición. Con el libro de proverbios nos recuerda: No hay victoria si no hay batalla.
Si quiere victorias en la vida, prepárese para las batalla. Si quiere victorias sin batallas y éxito sin adversidad, solo es un iluso que no conseguirá nada. La gente común se prepara para un problema a la vez, los grandes líderes pueden enfrentar muchos problemas y ataques al mismo tiempo, eso los hace diferentes al resto. Cuando quiere victorias, cuando su corazón anhela la trascendencia, entonces en el fondo lo que busca son batallas que pelear, desafíos para conquistar y pruebas para superar.
Tú no te ahogas por caerte en el agua, sino por quedarte en ella y hundirte, así mismo no son los problemas lo que te destruyen, si no tu actitud hacia ellos. Las adversidades tienen el potencial de hacerte más fuerte y dependiente de Dios, conocerlo más y desarrollar un carácter de oro. Salomón lo sabía al decir: “Los justos podrán tropezar siete veces, pero volverán a levantarse”.
El fotoperiodista y reformador social danés Jacobs Riis reafirma esta verdad: La mayoría de aquellos que veo triunfar en la vida son personas procesadas por el fuego de las pruebas y moldeadas con el martillo del dolor, sin embargo, lo que hizo la diferencia es la manera en que enfrentaron estas adversidades.
Todo le llega a la persona que busca las cosas con persistencia.
La perseverancia es el resultado de una voluntad firme; la obstinación de la terquedad. Como lo dijera Barón de Montesquieu: «A menudo el éxito depende de saber cuánto tiempo va a llevar obtenerlo». Este es el secreto del éxito: Nunca abandone, nunca pare. Considere lo que dice el Sabio Salomón: «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará»».
Piensa profundamente en esto: serás cualquier cosa que resuelvas ser. Determina ser algo en el mundo y serás algo. «No puedo» jamás logró nada. «Voy a tratar» ha logrado maravillas. “Lo haré” ha llegado más alto y más lejos que nada.
El maravilloso resultado del fracaso
Muchos quieren prepararse para el éxito y eso es bueno, pero si no te preparas para el fracaso todo lo que sepas sobre el éxito está sesgado. El camino al éxito no está pavimentado, tiene baches, es pedregoso, lleno de cuestas y precipicios peligrosos. Tendrás que hacer paradas, preguntar direcciones, cambiar las llantas, detenerte a llenar el tanque de combustible, hacer algunas reparaciones. Los reveses son parte del éxito, por ello la perseverancia, la constancia y el volver a levantarse es parte de ella.
Depender de Dios en esos momentos difíciles ha sido la clave de aquellos que se han levantado de nuevo y han pasado por los procesos de adversidad.
Tú necesitas poder para vivir, fuerza en medio de la dificultad y Dios tiene todos los recursos para ayudarte, darte sabiduría sin medida y guiarte en medio de la oscuridad. Si Dios es tu padre llámalo, Él está a la distancia de una oración o plegaria.
El Rey David escribe: “Los que confían en el Señor están seguros como el monte Sión; no serán vencidos, sino que permanecerán para siempre”.
Sea perseverante
Comenzar a levantar cabillas no es lo que cuenta, sino terminar la obra. Dios te creó con un propósito, descúbrelo y prosigue hasta la meta. La mayoría de las personas son un manojo de comienzos, no sea usted uno más del montón. Su persistencia le hará pasar por momentos amargos, pero a la larga le dará frutos muy dulces.
La persistencia es prueba de que aún no has sido derrotado. Mike Murdock dice: «Usted no tiene derecho a ninguna cosa que no haya buscado, porque la prueba del deseo se encuentra en la búsqueda». La mayor riqueza de la vida se encuentra en el compromiso firme. No te lo pueden robar; solo lo puedes perder si decides hacerlo. Levántate una vez más.
Esfuérzate y Hazlo.
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