La ciudad como tema
Barquisimeto está de cumpleaños y EL IMPULSO le pidió a los lectores que indicaran que regalos le darían a la ciudad. Yo deseo lo que creo es lo más importante para cualquier ciudad: una gerencia de calidad, que no sólo haga el trabajo propio de un conserje como es el recoger la basura, atender la seguridad, tapar los huecos de las calles y otras menudencias propias del tiempo presente y contingente, sino que actúe tambien y sobre todo como un gerente con visión estratégica de la ciudad, vale decir, que sepa discernir entre lo que es rutina y lo que es extraordinario, lo que es urgente y lo que es importante. Deseo este regalo por lo que hemos visto todos estos años: por descuido e incompetencia se intenta resolver mal lo que es urgente y se deja de hacer lo que a largo plazo es importante.
El gerente que deseo para la ciudad –incluyendo Palavecino- es alguien que pueda imaginarse la ciudad en diferentes tiempos futuros, reconocer cuales dificultades se irán presentándo y actuar en consecuencia sin recurrir a parches. Y doy el ejemplo del Transbarca: después de años de estar paralizado se decide a trancas y barrancas reactivarlo de una manera tal que genera dudas y suspicacias entre los Barquisimetanos que sospechamos que el sistema funcionará mal, que ha sido reactivado por razones electorales y que de todos modos será paralizado una vez el PSUV pierda las dos alcaldías. Por supuesto que puedo equivocarme, puede ocurrir que el Transbarca funcione bien, que el PSUV no pierda y que sus dos candidatos hagan una excelencia gerencia. Si ocurre así les aseguro que sabré reconocerlo, pero lo dudo.
Un buen gerente debe ser capaz de conseguir recursos, aun si se los niegan desde el poder central –una actitud estúpida, por cierto-, debe saber hacer mucho con poco y convocar al publico a manifestar su desacuerdo cuando le escatimen los recursos a la ciudad.
Un buen gerente sabe rodearse de gente capaz de actuar conciliando la razón técnica con las razones sociales y políticas, de suplir sus propias insuficiencias rodeándose de gente capacitada y recuperando la capacidad técnica de las oficinas municipales, eliminar trabas burocráticas que sólo agregan costos, tiempos y corrupción y que estimulan que los citadinos se desentiendan de las vías legales porque son una pérdida de tiempo.
Un buen gerente para la ciudad debe ser capaz de escuchar con atención a sus vecinos y debe dar explicaciones sensatas a las preguntas que todos les hacemos. Debe trabajar con transparencia, utilizando todos los medios necesarios, incluyendo las herramientas del gobierno electrónico (e-goverment) de tanto uso en el mundo desarrollado y que tan buenos resultados está dando.
Debe trabajar con obras necesarias, aun si no se ven. Por ejemplo, si la ciudad serios problemas tiene en su red de cloacas, pues hay que sustituirlas, aun si una vez colocadas nadie las ve para acordarse de ellas y no es fácil utilizarlas para hacer proselitismo. Debe trabajar con obras de orientación social: educación, salud, recreación, tierras y viviendas deben ser al mismo tiempo urgentes y prioritarias. Y no debe caer en la tentación de levantar obras monumentales, innecesarias, salto para satisfacer su ego.
Un buen gerente no se plantea metas imposibles que terminan siendo promesas demagógicas, debe ser realista y sensato. En política la mentira reiterada se paga caro, aun si pareciera que nuestro pueblo tenga una infinita capacidad para ser engañado una y otra vez.
Un buen gerente convoca a todos a hacer ciudad, no tiene odios ni excluiye por razones políticas a los que saben hacer su trabajo y pueden contribuir a que la ciudad sea relanzada como espacio aceptable para vivir, para estudiar, para invertir y para que progresemos todos. Y ojalá que, en el 2052, cuando la ciudad cumpla 500 años, sus vecinos puedan decir, con propiedad, que la ciudad comenzó a progresar a partir del 2014, cuando una sucesión de buenos gerentes resolvieron sus principales problemas y la fueron dotando de obras fundamentales que tuvieron continuidad en el tiempo, convirtiéndola en un referente de lo que es una ciudad progresista.